Nov 23, 2004

El cuento cubano

El cuento cubano

Miguelito es un niño que se sienta a mi lado mientras espera que salga su padre de una oficina en uno de los destruidos edificios de La Habana. Le pregunto si va a la escuela, y me responde de manera inmediata que en Cuba la escuela es gratis, "tú no pagas nada, ¿sabes?", insiste.

Llevaba un día apenas en el país y lo que había observado ya era suficiente para tener una idea del alto costo que semejante gratuidad tenía para los cubanos.

Tampoco se pagaba por la escuela -de manera directa, porque gratis no es nada- antes de la mítica revolución en la propia Cuba y tampoco se paga en buena parte del mundo, pero cómo se iba a enterar este chico de semejante cosa si la mentira permanente es consustancial con el régimen, viene unida a él como un algo inseparable. El aislamiento informativo al que somete al pueblo, le permite al dictador hacer propaganda con nada.

"Bush es un señor muy malo" me dijo Miguelito, de solo diez años. Mientras los niños de los países normales juegan con una pelota o adquieren conocimientos útiles para su desarrollo, el régimen de Fidel los envenena con disputas de personas mayores. Y él está del lado de los adultos que creen que pueden someter a los otros adultos, diciendo que lo hacen por el bien de la humanidad. Mientras escuchaba a este niño que me bombardeaba con últimos eslóganes, ya no pensaba en la educación gratuita, sino en que nadie paga por recibir publicidad en ninguna parte.

Sin embargo no pudieron destruir por completo los impulsos más naturales e inocentes de Miguelito, porque acto seguido me contó, sin que se lo preguntara, sobre el estado deplorable de los baños de su escuela y me interrogó acerca de si en la Argentina había juegos "Atari" (por averiguaciones posteriores entre entendidos pude saber que se trataba de un juego electrónico obsoleto). Me contó también que en Varadero, la burbuja preparada por el régimen para los turistas, había televisión con muchos canales con películas y programas para niños.

Los medios de comunicación son el reflejo perfecto de la naturaleza totalitaria del Estado cubano. Los noticieros son proclamas políticas con la misma sutileza que las de los piqueteros analfabetos de Buenos Aires. Tal el nivel de ?esclarecimiento? que recibe la población. Se suceden de forma permanente con "mesas redondas" que hablan de lo mal que está el mundo y lo bien que está Cuba; y de las misiones que Castro envía afuera de sus fronteras para "liberar" a la humanidad de esos padecimientos.

En la provincia de Granma se celebró una "Tribuna Abierta de la revolución". La población arriada como ganado agitaba banderas disciplinadamente sin ningún entusiasmo con caras adustas. Los "comandantes" presentes parecían algo pasados de ron pero seguían el ritmo de la canción "hay que cuidar a Fidel porque es nuestro salvador", interpretada por el "quinteto rebelde". Un espectáculo digno de la película "Bananas" de Woody Allen, en el que otros niños inclusive menores que Miguelito hacían criticas a la democracia norteamericana y explicaban que todos los males cubanos provienen del mismo lugar de donde en realidad llega el dinero con el que viven: Los Estados Unidos.

No puedo imaginar cómo estarían los baños de la escuela de Miguelito, porque todo lo que vi de Cuba se encuentra destruido como si hubiera sido bombardeada. Ni siquiera sé porque La Habana Vieja se llama así, porque no encontré una nueva.

Sí en cambio vi una ciudad como si hubiera sido abandonada medio siglo atrás y al socialismo en su cara más real: incapaz de construir nada y hasta de mantener lo que el limitado capitalismo que lo antecedió le dejó para que se regodeara en su "justa distribución" de la pobreza.

Qué es lo que admiran de este horror, de este crimen impune contra la humanidad que es el comunismo, los García Márquez, los Kirchner, los Bielsa, los Verbitsky, los Saramago. Tal vez les atrae el control policial de los "Comités de defensa de la revolución" en cada cuadra. O la propaganda totalitaria en cada rincón, a cada kilometro en la ruta, en cada edificio. Les gusta a lo mejor que los cubanos deban tomar tantas prevenciones antes de hablar. Disfrutan acaso del tratamiento privilegiado que se otorga a los turistas a costa de la esclavitud de los cubanos que reciben monedas mientras el gobierno se queda con su salario que pagan empresas extranjeras (inversiones, sí, como las chinas).

Nadie que conozca Cuba puede creer todavía en el socialismo, ni en que posea semilla alguna de verdad, o justicia, ni tan siquiera de la proclamada igualdad. Como mentira la excusa de "el bloqueo" es más cómica que el lacrimógeno "quinteto rebelde".

Todo indica que la naturaleza pronto se ocupará de Fidel. La muerte sí que nos iguala como no lo hace el socialismo. Tal vez por eso en nombre de esa utopía haya que apagar los impulsos vitales del ser humano.

http://www.eldisidente.com/

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