Sep 17, 2007

Una herencia envenenada

James Neilson:

Entre otras cosas, el sucesor o sucesora de Néstor Kirchner tendrá que hacer frente a una tormenta inflacionaria que amenaza con convertirse en por lo menos una tormenta tropical, cuando no en un huracán. Lejos de moderar las expectativas, la "estrategia" que eligió el Gobierno, que consiste en inventar índices con la esperanza de que la realidad termine acomodándose a la voluntad irresistible del Presidente, sólo ha servido para que todos, desde los consumidores más humildes hasta los magnates que manejan docenas de empresas, crean que en el año actual superará largamente el 20 por ciento y que a menos que se tomen medidas sumamente antipáticas se hará imparable en el 2008. Gracias al desguace del Indec, los empresarios operan en medio de una niebla intensa, razón por la que es lógico que la mayoría sea reacia a invertir más.

Por lo tanto, se prevé que aun cuando los precios internacionales de la soja y los granos sigan siendo muy altos, el crecimiento que constituye la carta de triunfo de los Kirchner propenderá a agotarse. Y si se agravan las turbulencias financieras originadas en los Estados Unidos hasta tal punto que frenen la expansión de la economía mundial, la Argentina estará entre los países más golpeados, ya que en opinión de los perversos observadores extranjeros el Estado podría llegar una vez más a repudiar la abultada deuda pública. Por ahora nadie teme que se produzca una coyuntura tan asfixiante como la que sofocó al gobierno de Fernando de la Rúa, pero incluso una desmejora relativamente menor pondría fin a la época de vacas gordas que tanto nos ha beneficiado. Ya que el patrimonio envidiable de Kirchner se deriva del negocio inmobiliario, es un tanto irónico que si las finanzas internacionales sufren uno de sus esporádicos barquinazos cuando su esposa esté en la Casa Rosada se debería a los esfuerzos vanos por emularlo de los carpinteros y plomeros norteamericanos.

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