May 17, 2011

El reino de lo trucho

Una sociedad en la que anomia es sinónimo de modernidad. Qué locura.

(Gracias, Andrés)

3 comments:

  1. Ojo que estamos hablando del país donde el estado se ocupa de prohibir la Cajita Feliz, el salero en la mesa de los restaurantes y de cercenar la libertad de expresión y de empresa de aquellos que publican la inflación verdadera, por poner un sólo ejemplo.

    ReplyDelete
  2. Néstor,que tenés más?Estás exagerando.

    ReplyDelete
  3. Estimados amigos: En este post ensayé apreciaciones similares a las del artículo de reenvío.
    Para que no tengan que molestarse en leerlo, les copio a qué me refiero:

    "No voy a caer en la perorata del contribuyente, aunque mucha justicia tendría que enfoque la cuestión desde ese lado, sobre todo, no porque el contribuyente pague mucho, sino porque paga siempre de más. No sólo paga fortunas por todo lo que consume, por la aplicación de los impuestos indirectos de naturaleza regresiva (por si no se entiende: anti-redistributivos… no se deje engañar, señora), antipolítica que se beneficia de la inflación. Sino porque paga educación que luego debe procurarse en establecimientos privados porque los públicos están en las más patéticas condiciones de abandono (antes espiritual y académico que edilicio).

    "Y paga salud que luego debe recobrar a través de sistemas de medicina prepaga, también privados. Y paga transporte público, al que no sólo no puede subirse, sino que justifica que adicionalmente le apliquen “medidas disuasorias” a la movilidad privada, restándole espacio para la circulación, aumentándole los impuestos al combustible, los costos de estacionamiento, las patentes, los seguros.

    "Y paga deporte que luego tiene que ver con pésima calidad de dirección y precarias coberturas, con patéticos relatores y peores comentaristas baja-línea política, mientras lo saturan con martilleante propaganda estalinista del estilo de 1984 (al libro de Orwell, me refiero), debiendo a cambio privarse de ir a la cancha y llevar a sus pibes como hacía su viejo con él mismo y que fuera la experiencia que evoca cada vez que desempolva del último cajón la camiseta que ya no puede ponerse, si es que valora mínimamente su integridad física. Y de tal forma, no yendo ya a la cancha, y cortando también la cuota social por un espectáculo que ya no disfruta, tampoco contribuye con las arcas del club, que debe depender cada vez más del trajinar mendicante en los pasillos de la política.

    "Y paga seguridad de la que mejor ni hablar, mientras blinda puertas, enreja ventanas, pone alarmas, paga una garita de vigilancia en la cuadra, cambia el auto por algún cascajo modelo noventa y pico para no llamar la atención…"

    Mi cordial saludo.

    ReplyDelete

Note: Only a member of this blog may post a comment.