Jul 20, 2011

Por qué es pobre Haití

Me tomé el laburo de traducir el artículo porque creo que es un derecho humano de todos los pajaritos hondeados el enterarse de su contenido.

Mayor Payne



DONDE NO HAY CAPITAL A LA VISTA

En el Travel Channel, un episodio de Sin Reservas, un programa de cocina narrado por Anthony Bourdain, llevó a la audiencia a Puerto Príncipe, Haití. Había oído que el programa ofrecía un punto de vista único sobre el país y sus problemas. No me pude imaginar qué tanto. Pero resultó ser cierto. Mirando a través de la lente de la comida, podemos tener una perspectiva de la cultura, y de la cultura a la economía, y de la economía a la política y finalmente a lo que está mal en este país y qué se puede hacer al respecto.

A través de esta lente de microscopio, ganamos una comprensión mayor que la que tendríamos si el programa estuviera enteramente enfocado en asuntos económicos. Tal episodio sobre economía habría presentado entrevistas aburridas con funcionarios del Tesoro y expertos del FMI y mucha charla sobre balanzas comerciales y otros agregados macroeconómicos que pierden de vista el punto por completo.

En cambio, enfocándonos en la comida y la cocina, podemos ver qué es lo que mueve la vida diaria de las multitudes haitianas. Y lo que encontramos es sorprendente en muchas maneras.

En una escena al comienzo del programa ambientada en esta gigantesca ciudad luego del terremoto, Bourdain y su equipo se detienen para comer algo de comida local en un puesto. Él habla sobre sus ingredientes y prueba algunos productos. Se empiezan a juntar masas de personas hambrientas. Hacen algo más que mirar embobados a las cámaras. Están esperando con la esperanza de conseguir algo para comer.

Bourdain piensa una forma de hacer algo bueno para todos. Percatándose de que en esta vuelta está comiendo una cantidad de comida que a la mayoría de los haitianos les alcanzaría para tres días, compra el resto de la comida al puestero y la distribuye entre los locales.

¡Qué buen gesto! Sólo que algo sale mal. Una vez que se corre la voz sobre la comida gratis (los rumores en Haití viajan más rápido que el chat de Facebook), las personas empiezan a llegar. Se forman colas que se alargan. Sobreviene el caos. Algunas personas dan un paso al frente para mantener el orden. Traen cinturones y empiezan a golpear. Toda la escena se vuelve algo desagradable de ver, y el televidente tiene la sensación de que es peor que lo que se nos muestra.

Aquí está la escena.

Bourdain saca correctamente la lección de que las soluciones al problema de la pobreza aquí son más complejas que lo que parece ser a primera vista. Las buenas intenciones terminan mal. Estaban pensando con sus corazones en vez de con sus cabezas, y terminaron causando más sufrimiento que el que había allí en un principio. A partir de este evento, empieza a aproximarse a los problemas con un poco más de sofisticación.

El resto del programa nos lleva por barriadas, mercados, muestras artísticas, festivales y desfiles, y entrevista a toda clase de personas que conocen cómo funcionan las cosas allí. No es un programa que busque conmoverte de forma convencional. Claro, hay un sufrimiento humano obvio, pero la impresión general que me quedó no es esa. En cambio, lo que saqué fue una sensación de que Haití es un lugar muy normal y no muy distinto de todos los lugares que conocemos por experiencia, pero con una diferencia mayor: es muy pobre.

Para el momento en que se realizó el programa, el glamour de la oleada post-terremoto de visitantes norteamericanos que querían ayudar se había desvanecido. Uno que permanece es el actor Sean Penn. Aunque es conocido por ser un izquierdista de Hollywood, él está viviendo allí, subiendo y bajando las colinas de las barriadas, sin afeitarse y desprolijo, siendo lo que él llama "un funcionario" y consiguiendo cosas para personas que lo necesitan. No tenía respuestas fáciles, y tenía palabras cortantes para los donantes norteamericanos que piensan que tirar plata en nuevos proyectos va a ayudar a alguien.

La gente de Haití en el documental se ajusta a lo que todos los visitantes cuentan al respecto. Son maravillosamente amigables, talentosos, emprendedores, felices y llenos de esperanza. Como la mayoría de la gente, odian a su gobierno. De hecho, odian a su gobierno más que lo que los estadounidenses odian al suyo. Ciertamente, esto es una precondición de la libertad. Hay un verdadero sentido de "nosotros contra ellos" vivo en Haití, tanto que cuando el palacio presidencial se derrumbó en el reciente terremoto, ¡se juntaron muchedumbres para festejar y festejar! Fue la única bendición de lo que por otro lado fue una tormenta terrible.

¿Con todas estas personas emprendedoras, trabajadoras y creativas, con millones de ellas, qué puede ser lo que está mal con este país? Bueno, para empezar, el terremoto destruyó la mayoría de las casas. Si esto hubiera sido los Estados Unidos, este terremoto no habría causado el mismo nivel de daños. Esto hizo que mucha gente de afuera pensara que quizás la falta de normativas de construcción fuera la base del problema, y que por lo tanto la solución es la imposición de más controles del gobierno.

Pero la realidad muestra que esta noción de normativas de construcción es una especie de broma. La mera idea de que un gobierno puede ir por ahí golpeando a las personas que se procuran un albergue para sí mismas sin obedecer al plan central es simplemente risible. La coerción de este tipo no traería ningún resultado positivo y sólo conduciría a una vasta corrupción, violencia y falta de vivienda.

La base del problema, dice Robert Murphy, no tiene nada que ver con la falta de normativas. El problema es la ausencia de riqueza. Es obviamente cierto que las personas prefieren lugares más seguros para vivir, pero la cuestión es: ¿cuál es el costo, y es esto económicamente viable? La respuesta es que no es viable, no en Haití, no con esta población que apenas se las arregla para vivir.

¿Dónde está la riqueza? Abunda el comercio, abunda el trabajo, abundan los intercambios y la transferencia de dinero. ¿Por qué el lugar sigue siendo desesperadamente pobre? Si los economistas de mercado acertaron con que el intercambio y el comercio son la llave de la riqueza, y hay bastante de ambos aquí, ¿por qué no hay riqueza?

Uno puede fácilmente ver cómo es que se confunde la gente, porque la respuesta no es obvia a menos que se tenga algún entendimiento de la economía. Un visitante ocasional fácilmente podría concluir que Haití es pobre porque de alguna forma la riqueza es acaparada por su vecino norteño, los Estados Unidos. Si no devoráramos tanto del stock de riqueza del mundo, ésta podría ser distribuida más justamente y abarcar también a Haití. Otra teoría podría ser que el puñado de compañías internacionales, o incluso los trabajadores humanitarios, están robándose de alguna forma todo el dinero y se lo quitan al pueblo.

Éstas no son teorías estúpidas. Son sólo teorías - ni confirmadas ni refutadas sólo por los hechos. Sólo se demuestra su error una vez que se comprende una idea central de la economía. Es ésta: el intercambio y el comercio son condiciones necesarias para la acumulación de riqueza, pero no son condiciones suficientes. Es también necesaria esa preciosa institución del capital.

¿Qué es el capital? El capital es una cosa (o servicio) que se produce no para ser consumida sino para una producción futura. La existencia de las industrias de capital implica varias etapas de producción, o hasta miles y miles de pasos en una larga estructura de producción. El capital es la institución que permite el auge del comercio de negocio a negocio, una fuerza de trabajo extendida, firmas, fábricas, una creciente especialización, y por lo general la producción de toda clase de cosas que de por sí no pueden ser útiles para el consumo final pero que en cambio son útiles para la producción de otras cosas.

El capital no se define tanto como un bien particular - la mayoría de las cosas tienen muchas variedades de usos - sino mas bien como el propósito de un bien. Su propósito se extiende por un largo período de tiempo con el fin de proveer al consumo final. El capital es empleado en una larga estructura de producción que puede durar un mes, un año, diez años o cincuenta años. La inversión en las primeras (y más caras) etapas tiene que tener lugar mucho antes de que los rendimientos vuelvan tras el consumo final.

Como lo remarcara Hayek en "La Teoría Pura del Capital", otra marca definitoria del capital es que es un recurso no permanente que sin embargo debe ser mantenido a lo largo del tiempo para que provea una fuente continua de ingresos. Esto significa que el propietario debe estar en condiciones de contratar trabajadores, reemplazar partes, proveer seguridad y en general mantener las operaciones durante un período extendido de producción.

En una economía desarrollada, la gran mayoría de las actividades productivas consiste en la participación en estos sectores de bienes de capital y no en los sectores de los bienes para el consumo final. De hecho, tal como lo escribe Rothbard en "Hombre, Economía y Estado",

(...) en cualquier momento determinado, toda esta estructura es propiedad de los capitalistas. Cuando un capitalista posee toda la estructura, estos bienes de capital, debe ser remarcado, no le proporcionan ningún bien en absoluto.

¿Y por qué es esto? Porque la prueba del valor de todos los bienes de capital tiene lugar en el nivel del consumo final. El consumidor final es el amo y señor del capitalista más rico.

Muchas personas (yo he estado entre ellas) arremeten contra el vocablo capitalismo porque éste implica que la libertad está para privilegiar a los propietarios del capital.

Pero hay un sentido en el que el capitalismo es el término perfecto para describir a una economía desarrollada: el desarrollo, acumulación y sofisticación del sector de bienes de capital es la nota característica que la diferencia de una economía subdesarrollada.

La pujanza del sector de bienes de capital fue la gran contribución de la Revolución Industrial para el mundo.

El capitalismo surgió de hecho en un momento específico de la historia, como lo dijo Mises, y éste fue el principio de la democratización masiva de la riqueza.

El auge de la riqueza se caracteriza siempre por estas órdenes extendidas de producción. Éstas están prácticamente ausentes en Haití. Casi todas las personas están involucradas en actividades comerciales del día a día. Viven para pasar el día. Comercian para pasar el día. Planifican para pasar el día. Sus horizontes de tiempo son necesariamente cortos, y sus estructuras económicas así lo reflejan. Es por esta razón que todo el esfuerzo y el intercambio y los negocios en Haití se asemejan a pedalear en una bicicleta fija. Trabajas duramente y mejoras y mejoras en lo que haces, pero en realidad no estás avanzando.

Ahora, esto es interesante para mí porque cualquiera puede fácilmente perderse esto sólo dando una vuelta por Haití y viendo personas que trabajan y producen como locas, y sin embargo la gente nunca parece avanzar. Sin una comprensión de la economía, es casi imposible ver lo invisible: el capital que está ausente y que por otro lado permitiría el crecimiento económico. Y esta es la verdadera razón de la persistencia de la pobreza, que es, después de todo, la condición natural de la humanidad. Hace falta algo heroico, algo especial, algo históricamente único, como para salir de ella.

Ahora vamos a la cuestión de por qué no hay capital.

La respuesta tiene que ver con el régimen. Es un hecho consabido que cualquier acumulación de riqueza en Haití te convierte en un blanco, si no de la población en general (que se ha tornado desconfiada de la riqueza, y tal vez por una buena razón), entonces ciertamente del gobierno. El régimen, sin importar quién esté a cargo, es como un perro voraz suelto, que busca devorar cualquier riqueza privada que llegue a emerger.

Esto crea algo aún peor que el problema higgsiano de la "incertidumbre del régimen". El régimen es certero: ciertamente robará todo lo que pueda, cuando pueda, siempre y para siempre. ¿Entonces por qué las personas no votan a los buenos para echar a los malos? Bueno, aquellos de nosotros en los Estados Unidos que tenemos algo de experiencia con la democracia sabemos la respuesta: no hay buenos. El sistema en sí pertenece al Estado y está arraigado en el mal. El cambio es siempre ilusorio, una ficción diseñada para consumo del público.

Este es un caso interesante de una forma peculiar en la que el gobierno mantiene a raya a la prosperidad. No está destrozando el país mediante un control excesivo de la imposición y la regulación o la nacionalización. Uno tiene la idea de que la mayoría de las personas nunca han estado cara a cara con un funcionario gubernamental y nunca han tratado realmente con el papeleo o la democracia. El Estado ataca sólo cuando hay algo que saquear. Y lo saquea: previsible y consistentemente. Y eso sólo alcanza para garantizar un estado permanente de pobreza.

Ahora, es cierto, hay muchos norteamericanos que están firmemente convencidos de que nos iría mejor a todos si cultiváramos nuestra propia comida, si compráramos sólo localmente, si mantuviéramos pequeñas a las empresas, si hiciéramos a un lado las comodidades modernas tales como los electrodomésticos, si volviéramos a usar únicamente productos naturales, si expropiáramos a los ahorristas ricos, si acosáramos a la clase capitalista hasta que ésta sienta que no es bienvenida y se desvanezca. Este paraíso tiene un nombre, y se llama Haití.

6 comments:

  1. Impresionante, Mayor, muchas gracias.

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  2. Awesome!! Mayor, acá va mi agradecimiento también.

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  3. Clarísimo y contundente artículo.
    Rara vez mejor explicado el tema de la relación entre capital y riqueza.
    Muchísimas gracias por la traducción y el posteo.

    Cladudio.

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