En estos últimos 10 años, el mensaje de los argentinos como sociedad ha sido muy claro y básicamente se puede resumir así: sabemos que no nos da el cuero para escapar de la pobreza y del pedorrismo tercermundista, lo único que nos queda es hacer un esfuerzo conciente para convertirlo en una virtud.
Únicamente en ese contexto se pueden entender cuestiones como el pretendido rescate del populismo como una de las características deseables en un sistema político.
Más o menos como el chiste del señor de 50 y pico que va al psicólogo muy preocupado porque se hace pipí en la cama. A los pocos meses no sólo se hace pipí, también se hace popó, pero anda feliz de la vida porque ya no le importa.
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