Oct 20, 2004

La banalización del terror

Bitácora de Daniel Rodríguez Herrera
La banalización del terror

Moisés Rubias Barrera nos hace el honor de escribir como invitado en esta bitácora sobre el terrorismo:

Hace unos días circuló por la Red un anuncio de elpais.es, en él se podían ver dos imágenes: Nueva York con las Torres Gemelas el día 11 de septiembre de 2001 y Nueva York sin las Torres Gemelas el 12 de septiembre. El texto que acompañaba a las imágenes era el siguiente:

“Un día da para mucho
Imagínese lo que puede suceder en tres meses”

“Subscríbase a elpais.es y disfrute de tres meses de noticias gratis”

Algunos pensaron que era falso y otros verdadero, pero para todos era verosímil que en “El Pais” apareciera un anuncio de esta calaña. El anuncio resultó ser verdadero y el mismo periódico insertó un anuncio pidiendo perdón por su error.

Lo que debemos plantearnos, más allá de este caso concreto es lo siguiente:

¿Estamos ante un hecho aislado o es un síntoma más de la enfermedad de la progresía europea? La tesis que pretendo sostener es la segunda.

La izquierda europea desprecia la importancia del terrorismo antioccidental, y no quiere creerse que nos han declarado la guerra (a los “infieles” y a los musulmanes “moderados”). A pesar de las evidencias, “creen” (se creen y nos quieren hacer creer) que el atentado más brutal de la historia es, en el fondo, culpa de la política exterior estadounidense. A pesar de todos los atentados islamistas contra Occidente antes de la intervención en Irak, a pesar de lo que dice el propio Bin Laden, a pesar de todo siguen sin querer ver la realidad.

Es más, quieren creer que si nos atacan es por lo que hacemos (o para ser más exactos, por lo que hace EE.UU) y no por lo que somos. Por eso pueden permitirse malabarismos mentales para diferenciarse de los norteamericanos. El problema es que no se puede jugar a hacer equilibrios sobre el filo de un alfanje. Sobre todo por que el dueño del alfanje no hace esas distinciones.

Quieren vivir en un limbo bienpensante (y autista) asentado en dos premisas no excluyentes:

- Occidente y el capitalismo (representado por Estados Unidos) es culpable de todos los males del mundo, y el terrorismo islamista es el castigo por la pobreza en el mundo.

- El terrorismo no va contra nosotros. Los “europeos” no somos imperialistas, y si cedemos ante el Islam nada malo nos puede pasar.

La culpabilidad de Occidente, el odio hacia la economía de mercado y a la libertad no es nueva. Tan sólo se había agazapado en los desagües de la izquierda radical y ecologista tras la caída del muro de Berlín.

En cambio la permanente actitud de cesión ante el terrorismo es simplemente miedo. Un miedo nuevo, por ser indiscriminado, apenas disfrazado de diálogo intercultural.

Mientras escribía estas líneas se anunció que los islamistas han asesinado a dos mujeres italianas, noticia que luego se demostró falsa. Pero en este momento se repetía: “eran cooperantes pacifistas”. ¡No importara lo que sean! Nadie tiene derecho a asesinar (no “ejecutar”) a nadie. Parece que volvemos a los “años del plomo” en España, cuando se diferenciaba entre víctimas civiles (léase inocentes) o guardias civiles, policías o militares (léase culpables).

El miedo surge entre los progresistas cuando les puede “tocar” el terrorismo, porque mientras los asesinos sean selectivos nada malo les puede pasar (incluso pueden “comprender” sus motivos). Por eso ahora tienen miedo, porque, aunque no lo reconozcan, los islamistas matan occidentales y no sólo “neoconservadores”.

Fruto de esta mentalidad, de vez en cuando, se escapa algún lapsus como este. Quizá el creador del anuncio y quien lo aprobó acababan de ver la película de Michel Moore, o habían leído el libro en el que se afirma que no cayó un avión en el Pentágono. Quizá, pero de lo que si podemos estar seguros es que fueron a manifestarse contra Geroge Bush y Aznar pero no contra Sadam Hussein.

El problema que subyace tras este deleznable anuncio es que la banalización constante del terrorismo islamista (que no islámico) genera el clima adecuado para reírse de los americanos asesinados. Ya lo explicó Hannah Arendt en su libro “La banalidad del mal” tras su entrevista con Adolf Eichmann en una cárcel de Israel. La filósofa de origen alemán describió cómo el responsable de los traslados de millones de judíos a los campos de concentración no tenía remordimientos y se describía asimismo como un eficiente funcionario de transportes del Reich. No es necesario ser un psicópata para asesinar, tan sólo dejarse llevar por la corriente. Por un clima social que entonces describió a los judíos como seres infrahumanos o por un clima que culpabiliza a las víctimas del terrorismo de su propia muerte.

Por eso es tan importante el lenguaje; las palabras y las imágenes crean un humus, un poso que facilita la asunción de conductas como la de este periódico, conductas que tratan el terrorismo con una indiferencia cómoda pero no por ello menos culpable.

Por eso no podemos acostumbrarnos que a los terroristas iraquíes se les llame “resistentes”, que a los terroristas palestinos se les llame “activistas”, o que a los narcoterroristas de las FARC se les llame “guerrilleros”. Porque decapitar personas, poner bombas en autobuses de pasajeros o secuestrar en la selva (por poner algunos ejemplos de lo que hacen) no es otra cosa que terrorismo.

Tampoco nos podemos resignar a que se busquen justificaciones al terrorismo. La matanza de Beslan no tiene justificación, no se puede aludir a la guerra de chechenia cuando los cadáveres de los niños están aún calientes. Por muchas salvajadas que haya hecho Rusia con los chechenios, no podemos justificar un acto terrorista. Entre otras cosas porque tampoco podemos confundir a todos los chechenios con esos terroristas.

No, no podemos resignarnos. Porque banalizar el terror es el primer paso para la rendición. Utilizar a las víctimas para vender periódicos nos desarma moralmente para enfrentarnos a nuestros enemigos. Sobre todo porque los que desprecian a las víctimas no quieren reconocer que tenemos enemigos.

La memoria de las víctimas es sagrada. Como nos explicó la propia Hannah Arendt, el héroe griego lo es no sólo en el momento de realizar su gesta. La palabra reproduce la hazaña en el ágora, fija su significado en el espacio público formado por la reunión de los hombres iguales en tanto que libres. La hazaña del héroe se dota de sentido ante los demás. Por eso la palabra es tan importante. Por eso los medios de comunicación tienen el deber de honrar a las víctimas (héroes inocentes).

Por eso no debemos tener la más mínima complacencia con quienes banalizan el terror, desprecian a las víctimas y mancillan su memoria, que es también la nuestra.

http://www.liberalismo.org/bitacoras/3/1622/

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