Lunes, 01 de noviembre de 2004
Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky
El desastre era previsible
La desordenada salida de la convertibilidad en enero de 2002 no fue producto de una crisis heredada imposible de ser controlada de otra forma, sino una decisión tomada en base a ideas que desde hacia tiempo trataban de imponerse. El siguiente artículo, publicado en La Nación en octubre de 2001, mucho antes de la devaluación e incluso con anterioridad al “corralito”, demuestra que ya se hablaba de la devaluación como una posibilidad y que sus consecuencias eran totalmente predecibles.
Mientras la Corte hace mil piruetas para justificar lo injustificable –aunque debo reconocer que algunos párrafos del fallo sobre la pesificación tienen lógica–, los verdaderos responsables de la confiscación que sufrieron los ahorristas se hacen los distraídos y dicen que la crisis la heredaron. Mentira. Ellos querían devaluar a toda costa.
La realidad es que mucho tiempo antes de que se produjera la devaluación de enero de 2002 ya se venía hablando de salir de la convertibilidad. Algunos economistas y políticos, los mismos que después implementaron este desastre, eran proclives a devaluar el peso.
Ante esa realidad, el domingo 7 de octubre de 2001, casi tres meses antes de la devaluación, publiqué una nota en el diario La Nación en la que explicaba qué ocurriría si se devaluaba.
La idea de reproducir la mencionada nota no es hacerme el “autobombo” y satisfacer mi ego. La idea es mostrarle a la gente que todo lo que ocurrió era totalmente previsible. Solamente había que utilizar la lógica más elemental para advertir los perjuicios que iba a producir la devaluación.
Si usted tiene la paciencia para leer toda la nota, sobre todo la primera parte, podrá advertir que Duhalde y todos los políticos y funcionarios que lo acompañaron en la salida de la convertibilidad cometieron un verdadero crimen contra la Argentina, porque apuntaron contra la sociedad y apretaron el gatillo, sabiendo que el arma estaba cargada.
QUÉ PASARÍA SI SE DEVALUARA
Por Roberto Cachanosky para La Nación
Con sorprendente simplicidad algunos políticos y economistas vienen proponiendo abandonar la convertibilidad. ¿Por qué lo de sorprendente simplicidad? Porque junto con el abandono de la convertibilidad no dicen cuál sería la nueva regla monetaria y cambiaria que regiría en su reemplazo y, lo que es más grave, en segundo lugar, es muy dudoso que tengan una acabada idea de las consecuencias económicas que tendría el abandono de la convertibilidad ni de cómo resolverían los destrozos económicos que generarían.
Sobre la convertibilidad hay un dato cierto que nadie puede ignorar. Durante la década del 90 se cometió una gran inconsistencia, que fue ir a un sistema de convertibilidad con un feroz aumento del gasto público y, además, con déficit fiscal. La combinación de estos tres elementos es absolutamente inconsistente. No se puede tener convertibilidad y déficit fiscal, como lo tuvo la economía argentina desde 1994 en adelante. Ahora bien, frente a semejante inconsistencia caben dos posibilidades: a) bajar el gasto público hasta niveles compatibles con la convertibilidad vía la reforma del Estado, o, b) no hacer la reforma del Estado y abandonar la convertibilidad devaluando el peso.
Efectos indeseados
¿Qué efectos tendría la segunda alternativa? El primer efecto sería una caída de los salarios en términos de dólares. Quien hoy gana, por ejemplo, el equivalente a US$ 1000 mensuales pasaría a ganar, digamos, US$ 500 mensuales. Como muchas familias tienen créditos en dólares -hipotecarios, prendarios, personales- tendrían serios problemas para poder pagarlos. En ese contexto, los bancos pasarían a tener una masa de créditos incobrables de todo tipo. Pero, al mismo tiempo, los bancos tendrían en su pasivo depósitos de sus inversores que en el 80% de los casos están en dólares. Es decir, los bancos tendrían en su activo créditos en dólares incobrables y pasivos en dólares que no podrían pagar, lo que se traduciría en que una buena cantidad de bancos tendría un quebranto patrimonial. Como los bancos tienen que devolverles dólares a sus inversores, el Banco Central no podría ayudarlos dado que, por ahora, no tiene el franchising de la Reserva Federal para emitir dólares. ¿Cómo podrían resolver este problema los propulsores de la devaluación?
Una alternativa es dejar que los bancos quiebren y, por lo tanto, hacerle perder sus ahorros a la gente. La otra alternativa es evitar la quiebra de los bancos licuando los pasivos de los deudores del banco, o sea, de las familias y empresas que tienen créditos en dólares. ¿Cómo podrían hacer esto? Dada la magnitud de los créditos otorgados en dólares que actualmente tiene en cartera el sistema financiero, se desembocaría en una confiscación de los depósitos de los ahorristas. De lo anterior se desprende que los que impulsan la devaluación deberían tener la honestidad intelectual de informarle a la gente que, junto con la devaluación, entre sus planes está la decisión de confiscarles los depósitos a los ahorristas o hacerles perder sus ahorros por efecto de la quiebra de los bancos.
De adoptarse una medida de este tipo, la economía argentina sufriría dos confiscaciones de depósitos en 10 años, lo que se traduciría en una gran desconfianza de los inversores, que, por un buen tiempo, no depositarían sus ahorros en el país. El resultado sería retrasar por años la posibilidad de salir del estancamiento. Dicho en otras palabras, estarían perpetuando la desocupación y la pobreza por varios años porque la economía argentina no dispondría de ahorros para financiar su crecimiento, dado que la gente no ahorraría en el país. No habría ahorros que pudieran financiar la inversión y el consumo de bienes durables.
Devaluar para emitir
Detrás de la propuesta de abandono de la convertibilidad se esconde la idea de restablecer la autorización para que el Banco Central pueda volver a emitir moneda para financiar el gasto público, es decir, la idea central consiste en no hacer la reforma del Estado y seguir financiando la ineficiencia del gasto público con el impuesto inflacionario. La caída del salario real y la utilización de las reservas del Banco Central son el mecanismo que proponen los dirigentes políticos devaluacionistas para intentar esquivar la responsabilidad de reformar el Estado en sus tres niveles. ¿Para qué abandonar la convertibilidad si no se quiere emitir moneda para financiar el gasto? Para que el Banco Central no emita moneda fuera de la convertibilidad el Estado debería tener equilibrio en sus cuentas y para ello se requiere de la reforma del Estado. Por cualquier lado que se mire el problema, siempre se cae en el mismo punto.
¿Por qué otros países pueden tener libre flotación en sus políticas cambiarias y nosotros no? Porque no alcanzaron el récord que alcanzó la Argentina de destruir 4 signos monetarios en menos de un siglo. El abuso en la emisión como forma de financiar el gasto destruyó la institución monetaria del país. La Argentina es alcohólica en materia inflacionaria y no puede probar ni una gota de inflación sin caer nuevamente en el alcoholismo.
¿Licuaría el sector público sus gastos con una devaluación? Como primera reflexión ante esta pregunta cabe resaltar que, aunque pudiera licuarse el gasto, la ineficiencia del sector público seguiría existiendo. Los ñoquis cobrarían menos en dólares, pero seguirían siendo ñoquis. El despilfarro de los planes sociales sería menor medido en dólares, pero igual continuaría existiendo el despilfarro. ¿Qué ganancia de productividad se obtiene licuando la ineficiencia del Estado medida en dólares?
En segundo lugar, así como se licuarían los gastos en dólares, también se licuarían los ingresos impositivos medidos en dólares. Pero como la caída del nivel de actividad sería fenomenal, seguramente los ingresos del sector público disminuirían más que los egresos, agravando la situación fiscal, obligando a más emisión monetaria y entrando en una espiral inflacionaria imparable. No hay ningún cálculo serio que permita afirmar categóricamente que con una devaluación los egresos del Estado bajarían más que los ingresos en términos reales. Por el contrario, un descalabro financiero como el que generaría el abandono de la convertibilidad asegura una profundización de la recesión, con ingresos impositivos mínimos para el Estado. La lógica indica que una devaluación agravaría las cuentas públicas.
¿Sería una devaluación el instrumento adecuado para aumentar las exportaciones y, de esta forma, buscar el crecimiento vía el incremento del comercio exterior? Veamos algunos datos. En 1983, la devaluación fue del 306% anual y las exportaciones sólo crecieron el 2,8%; en 1985, la devaluación fue del 779% y las exportaciones subieron el 3,6%; en 1987, la devaluación fue del 145% y las exportaciones cayeron el 7,2% y en 1989, la devaluación llegó al 3652% y las exportaciones subieron solo el 4,9 por ciento.
En síntesis, la devaluación tiene demasiados costos y ningún beneficio a la vista, salvo para quienes quieren seguir usufructuando del Estado como botín de guerra.
© www.economiaparatodos.com.ar
Para consultar el artículo en el archivo del diario La Nación: http://www.lanacion.com.ar/archivo/Nota.asp?nota_id=341090
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