En Bananas, (si no la vieron, se las recomiendo), Woody Allen es Fielding Mellish, un pobre inspector de productos que viaja al imaginario San Marcos y se une a los revolucionarios para impresionar a una chica, y llega a ser el presidente-dictador. San Marcos es un país imaginario, pero todo hace recordar a Cuba, y el comandante de los insurgentes es un calco de Fidel Castro.
En una escena memorable, los guerrilleros mandan a Woody Allen a buscar comida, y no se le ocurre mejor cosa que ir la versión local de McDonald’s a comprar unas 3000 hamburguesas: 2999 normales y una sin ketchup.
En la versión argentina, Raúl Castells hace el papel de Fielding Mellish, exigiendo 50.000 combos a un local de McDonald’s de la calle Corrientes. ¿Hay alguien que le preocupe la irresponsabilidad de este señor? ¿Cabe preguntarse si no vio “Supersize Me”, no se enteró que esta comida produce colesterol y engorda? ¿No podría mechar su pedido con alguna ensalada, por ejemplo, 38.000 combos, 7000 cajitas felices (¡que piense en los niños revolucionarios!) y 5000 ensaladas con salsa Ranch (para las compañeras)?
En definitiva, Castells es un agente encubierto del imperialismo transnacional que quiere terminar con el movimiento revolucionario callejero produciendo un genocidio alimenticio.
Algunas alternativas de planes de lucha populares:
- ir al Sushi Club y demandar 25.000 California rolls, 13.000 geishas y 23.745 niguiris
- Guadalajara de Noche: 14.400 porciones de mole poblano y 70.000 sobres de Uvasal
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