Dec 20, 2004

Dios no hace trampa

Como dice Juan Carlos De Pablo:

Un vivo es una persona capaz de salir de una situación en la que alguien inteligente jamás hubiera caído.

Somo unos vivos bárbaros, somo, vishte?

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Dios no hace trampa

Por Malú Kikuchi

El miércoles pasado, por Fox, canal de deportes, se le hizo una muy simpática entrevista a Diego Armando Maradona. Canales de noticias la repitieron al día siguiente. En particular pasaron una y otra vez la descripción del gol hecho por Maradona, con la mano, contra los ingleses durante el mundial de football de Méjico, mundial que ganó la Argentina. El gol permitido por el reglamento se hace con el pie o con la cabeza. Con la mano, es trampa. A ese particular gol hecho con la mano y que probablemente le permitió a la Argentina ser campeón mundial de football por segunda vez, se le llama “la mano de Dios”. Desde que se hizo el famoso gol, los argentinos festejan. Se ríen, les hace gracia. Se lo considera un logro nacional. Dejando de lado a Maradona, al equipo argentino, a que es lógico querer ganar, hacer un gol con la mano es trampa. No es gracioso ganar haciendo trampa. No es lícito ganar haciendo trampa. Hacer trampa está mal. Y Dios no hace trampa, ni a favor de Argentina ni de nadie. Nunca vamos a ser un país en serio si hacemos un culto de la trampa.

¿De dónde nos viene esta pasión nacional por lo fácil, por el engaño, por la mentira, por la anomia, por la “chantada”, por “patotear” barato y de palabra? ¿Por el corto plazo, por la impuntualidad, por la falta de planes? ¿Desde cuando somos así?
El juego nacional es el truco. Un juego que se gana mintiendo de forma convincente. En este momento existe una publicidad televisiva de Clarín invitando al más “cuentero” a participar de un torneo de truco. El que miente mejor, gana. Nunca vamos a ser un país en serio si ganan los mentirosos.

En el colegio, el alumno que se ratea, el que zafa en los exámenes, el que lleva machetes para copiarse, ése, es considerado por sus pares como un “pibe piola”. El que estudia, saca buenas notas, tiene una conducta apropiada, ése, es un tonto al que le cuesta hacer amigos. Nunca vamos a ser un país en serio si festejamos la ley del menor esfuerzo y ridiculizamos lo correcto.

Cumplir con la ley nos es casi insoportable. Si para ponernos el cinturón de seguridad, que es por nuestro bien, nos tienen que multar, ¡12 años después de promulgada la ley!

La mayoría de los argentinos creen que la Constitución Nacional, que por supuesto no sólo no han estudiado, que ni siquiera han leído, es una estación de trenes y de ómnibus, que además está en muy mal estado. Nunca vamos a ser un país en serio si no sabemos cuales son las bases de nuestra nacionalidad.

Inventamos personajes entrañables como Avivato, que era un sinvergüenza redomado. O el adorable Fidel Pintos de “Polémica en el bar”, inventor de la “zaraza” y rey de los chantas. O el festejado Isidorito Cañones, fiaca, cuentero y vividor. O ese irrepetible Minguito Tinguitella, famoso por lo ignorante. Nunca vamos a ser un país en serio si ésos son nuestros héroes.

Hacemos un culto de zafar, festejamos la trampa, es de “vivos” engañar, la ley se ha hecho para no cumplirla, y el himno nacional, el real, no el oficial, es “Cambalache”, el que no llora no mama y el que no afana es un gil
Si no revertimos rápido, con profundidad y en serio, esta estructura mental, si no empezamos ya a educar en el valor del esfuerzo, en la dignidad del trabajo, en la búsqueda de la excelencia, en el respeto a la ley y el respeto a los otros, la Argentina no tiene destino. Así, creyendo que Dios hace trampa a nuestro favor, estamos construyendo, aunque no lo creamos, un país de perdedores.

Dios no hace trampa. Los perdedores no construyen un país en serio.

Fuente: Agencia NOTIAR

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