Dec 3, 2004

Intelectuales, electores y su cisma

Domingo 28 de noviembre de 2004
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La Nacion

Intelectuales, electores y su cisma


MADRID

Se intuía que el mundo académico es de izquierda: acaba de demostrarse que esa presunción era correcta. En una nota aparecida recientemente en The New York Times, el periodista John Tierney resumió las conclusiones de una amplia encuesta en varias emblemáticas universidades norteamericanas: la proporción de profesores demócratas frente a los que se clasifican como republicanos es de nueve a uno. Como regla general, en las disciplinas científicas el desbalance es menor: por cada tres profesores de economía demócratas sólo hay uno republicano. Pero, en las Humanidades y en las Ciencias Sociales la diferencia llega a ser abismal: hay treinta antropólogos demócratas por cada republicano. Sospecho que en las facultades de periodismo y comunicación sucede exactamente lo mismo.

La experiencia y la simple observación indican que ese fenómeno se repite en todos los países de Occidente, pero las consecuencias varían de acuerdo con la definición de izquierda y derecha que prevalece en cada uno de ellos. La izquierda académica norteamericana, dulce y obediente de la ley, suele quedarse pastando en los predios del Partido Demócrata, y aunque pueda ser tan radical como Noam Chomsky, sus elucubraciones concluyen en un candente artículo divulgado por Internet o sepultado en una oscura publicación que apenas leen unos pocos.

En América latina o en Europa es diferente: los criminales de Sendero Luminoso surgieron del Departamento de Filosofía de una universidad peruana de provincias. Comenzaron leyendo a Hegel y a Marx y terminaron degollando campesinos acusados de "colaboracionistas". Los terroristas vascos de ETA se incubaron en seminarios católicos. Mientras los jesuitas norteamericanos en Estados Unidos auspiciaban excelentes centros educativos respetuosos de la ley, como Georgetown o Fordham, en El Salvador y Nicaragua, desde la Universidad Centroamericana otros jesuitas fascinados con la Teología de la Liberación alentaban las guerrillas comunistas. La diferencia es obvia: la izquierda intelectual norteamericana no cuestiona la esencia del modelo de sociedad en que vive, sino los defectos que cree percibir. No hay en ella espacio para la utopía. En otras latitudes, en cambio, no quieren corregir la realidad, sino dinamitarla para construir con los escombros un mundo maravilloso.

Entonces, ¿cómo los republicanos en Estados Unidos, o los conservadores en Italia o en Colombia pueden ganar elecciones, si en casi todas las instancias y escenarios en que se discuten propuestas y soluciones para los conflictos sociales prevalecen ideas contrarias a las que ellos sostienen?

La respuesta acaso está en la forma en que las personas adquieren la información y los juicios de valor. El peso de la familia, o de la figura más respetada dentro de ella, probablemente tiene un impacto mucho más duradero que la opinión tardía de un profesor, de un intelectual o de un artista admirado. Más del 70% de los editoriales de los diarios norteamericanos apoyaron a Kerry frente a Bush, pero eso no sirvió de mucho. Como tampoco fue muy útil la exitosísima película de Michel Moore. Frente a todo ello prevaleció la remota voz del padre, de la madre, de algún abuelo o hermano, escondida en un insospechado recoveco de la memoria.

Es muy difícil manipular a la opinión pública. Lo que tampoco quiere decir que las personas siempre se guían por ideas correctas, sino que a lo largo de la infancia y la adolescencia adquieren una cierta cosmovisión y una estructura de valores que en la etapa adulta los blinda contra la influencia de informaciones o juicios morales contrarios o muy diferentes a los que forjaron su carácter. Por ello, la clave no está en describirles brillantemente a los electores el contorno de la realidad, sino en entender cómo ellos la perciben. Los políticos que lo logran son los que triunfan.

Por Carlos Alberto Montaner

Link corto: http://www.lanacion.com.ar/657914

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