Se que a muchos no les gusta, pero no tiene desperdicio la última carta al Tío Plinio, de Jorge Asís.
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Poliedro. La sociedad garca
Tío Plinio querido:
Suelo explicar la Argentina, en mis disertaciones, a través de la imagen de un Poliedro. Es decir, de un cuerpo geométrico que tiene una gran variedad de caras.
Puede ser un octaedro, acaso un dodecaedro. Depende del tiempo asignado de exposición y la atención de los receptores.
De una de las caras, especialmente hoy, tío Plinio querido, no se puede prescindir. Trátase de una imagen positivamente eufórica que paraliza la inacción de los desconcertados opositores, que en general distan de caracterizarse por la inteligencia y no saben cómo pararse. Porque esta cara del Poliedro presenta las imágenes febriles de la fiesta kirchnerista, motivada por la dinamización de la economía en ascenso.
Por ejemplo, no se encuentra practicamente un cuarto en las zonas veraniegas. Así se trate de la aceitosa habitualidad del borde de mar, de la aventura del hielo o la distinción espiritual de la montaña.
Con decirle, tío Plinio querido, que Punta del Este se encuentra desbordada. Y en su fosforescencia oriental, los insaciables argentinos consumen y construyen paredes como nunca.
En Buenos Aires, cómo explicarle, los restaurantes de categoría se saturan de pedidos de reservas. Y los maitres sin biromes en las orejas hasta se atreven, con cierta arrogancia, a rechazar comensales.
Téngase en cuenta que se vendieron, en el 2004, más automóviles cero kilómetros que en los últimos quince años.
Que los innumerables turistas de pantalón corto y chancletas se benefician con abnegación ventajosa de la virtual convertibilidad del uno a tres. Que arrasan con los comercios, mientras los dueños de los locales de los shoppings reciben sus liviandades consumistas con serpentinas de colores y papel picado.
Y hasta vuelven a registrarse, tío Plinio querido, discretas colas en los Albergues Transitorios, los clásicos hoteles por horas para hacer el amor. Como si con Kirchner en el poder se incrementara hasta el deseo sexual. Y se facilitaran, incluso, las delicias tántricas del erotismo.
Por su parte, la soja progresista reactiva los pueblos del Interior. Se venden tractores y se vuelven a cotizar los metros de los campos.
De repente se expenden más electrodomésticos que panes. Y en los diarios, tan superados como tradicionales medios de comunicación, se escribe exclusivamente en los blancos que les admite la copiosa publicidad de las ofertas de supermercados.
Esta cara principal del Poliedro desdibuja las restantes. Las lateraliza, casi hasta ningunearlas. Mientras tanto, el jolgorio de la Caja, con sus irreparables bengalas, permite sentir la atmósfera admirable de la recuperación.
¿Y cómo se las arreglan, tío Plinio querido, los opositores ligeramente improvisados, para apartarlo a Kirchner de la feria interminable de esta cara del Poliedro? Atribuirlo meramente a la suerte puede ser hasta razonable. Pero no alcanza.
Justamente entonces, en estos imperdonables días de optimismo adolescente, de euforia exitista por el programado canje de deudas, tio Plinio querido, siento que es necesario transmitirle mi inquietud por la otra cara gravitante del Poliedro.
La cara, precisamente, que legitima la cultura del despojo.
La cara que retroalimenta el mito de la Argentina embaucadora y fiola, que en general supo ingeniársela para vivir por encima de sus reales posibilidades. Que supo financiar los encantos de sus desbordes y fastuosidades. Anteriormente fue con inflación, más tarde con endeudamiento. Después con el ovacionado pagadiós del default.
Una cara del Poliedro estratégicamente catastrófica donde se consolida, tio Plinio querido, la paciente construcción de una sociedad garca. Típica de un país de chantas, que ni siquiera se espanta por generar un Estado carterista.
Una sociedad que puede considerar un éxito la "dura negociación con los acreedores", mientras se le paga religiosamente al Fondo con un progresismo digno de entremés. Una cínica celebración de la arquitectura del pedal, que termina con el catecismo del "festival de bonos", que acaba de presentar, curiosamente, el ministro Lavagna, aquel que solía sorprenderse por anteriores festivales infinitamente más inofensivos.
Habrá que informarse entonces sobre los secretos de los Bonos Par, de los Bonos Cuasi Par, los Bonos Ultra Par, los inefables Bonos Cuchuflito y los Bonos Descuento.
Bonos, tío Plinio querido, con los que podrán especular los aventureros en el almacén, para promover probables diferencias lícitas de los doblemente garcas.
Ahora bien, si los condenados bonistas italianos, los considerados poco patrióticos bonistas argentinos, los ancianos japoneses o sus ex aliados alemanes, protagonistas de esta última y penosa cara, contemplaran la cara anterior ya examinada del Poliedro, tío Plinio querido, le pregunto:
¿Por qué demonios no van a pensar que los argentinos vividores gastamos en la fiesta kirchnerista, con bengalas de consumo interminables, los miles de millones de dólares que supimos arrebatarles delictivamente a ellos?.
Para colmo, asistimos a una frontal estafa al semejante que será presentada como si fuera el máximo logro de la gestión.
La proeza de una estafa, tío Plinio querido, vergonzosamente nacional. Que hasta admite la insolencia de tratar a los acreedores como si fueran una manga de irresponsables. Todos cretinos o buitres. Por lo tanto que se jodan. Porque ¿qué derecho tenían para confiar oportunamente, o tomarse en serio la propuesta del país?.
Es como si, haciéndoles burla o pito catalán, en un país que carece de la menor noción de continuidad jurídica del Estado, les dijéramos:
¿Cómo pudieron ser tan imbéciles como para confiar en las operaciones con la Argentina?
¿Acaso ustedes, los bonistas, eran tan truchos que no se daban cuenta que nosotros podíamos ser más truchos aún?
Por lo tanto, tienen que ser despiadadamente culpables por habernos creído.
Y ahora tienen que aceptar estos papeles pintados con el recorte autoritario que se nos antoje. Y desde aquí al crecimiento, muchachos, ¿quién nos para?.
!Grande, Lupo!, habrá que decir, tio Plinio querido, y colocar su retrato al lado del retrato de Maradona con la mano de Dios. Habrá que reconocer que el Impune es un genio insuperable para la dureza de estas negociaciones. Un campeón patagónico, precario como un bidet de portland pero forjado en el acero de la toma de decisiones del poder. Le correspondió negociar la más grande quita de la historia de las naciones, de manera que es digno de admiración de sus súbditos. La monotonía de la farsa del gran pedalero ministro Lavagna arranca el viernes, y entonces la mediología entera del fin de semana -acaso el objetivo real- va a saber reconocer sus méritos.
En adelante, tío Plinio querido, ¿quién será -aparte de su sobrino- el bonzo que podrá atreverse a criticar al Impune? ¿Quién va a discutirle la reelección eterna que los gobernadores del peronismo caricatural le reclaman?
Si todas las caras del Poliedro, definitivamente, se encuentran bajo su control.
El Impune es, indudablemente, el Presidente que la sociedad garca argentina se merece.
Besos a tía Edelma y dígale que no se asuste porque el sobrino banca. Y un abrazo para usted.
Fuente: Agencia NOTIAR
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