Presencia y ausencia del Estado
Feb-21-05 - por Hugo Martini
Es curioso que después de Cromagnon y Southern Winds haya aparecido la siguiente idea: "ha sido tan intensa y efectiva la prédica para achicar el Estado que finalmente tenemos que lamentar hechos como éstos". En realidad, este argumento sólo puede sostenerse por falta de información o, en todo caso, por la continuación del desvarío psicológico que imagina que la Argentina ha sido atacada por una conspiración ajena a nosotros.
Hasta donde sabemos, nadie propuso nunca que el Estado Nacional renunciara al ejercicio imperativo de sus facultades relativas a la seguridad de las personas o al cumplimiento de la ley que impide la actividad delictiva del tráfico de drogas. No existió ninguna propuesta a lo largo de la historia argentina –no sólo en los últimos quince años- que haya sostenido que el Estado debía abandonar las funciones mencionadas.
Parece muy loca la idea que supone que achicar el Estado en algunas actividades económicas se vincule, de alguna manera, con la ineficiencia de ese mismo Estado para ejercer sus atribuciones en materia de seguridad, justicia, educación, salud, defensa e infraestructura. Lo que los argentinos padecen hoy, por ausencia del Estado en estas materias, se vincula a su incapacidad de gestión no a la ideología.
Cualquier sistema político que queramos imaginar –socialismo, liberalismo, comunismo, fascismo- puede garantizar a la sociedad que gobierna estos, llamémosles, "servicios indelegables". El otro tema, sobre cuál de estos sistemas es el mejor, se refiere a los valores y no a la eficacia.
La ausencia de Estado en la Argentina transforma a la sociedad en un mundo sin códigos, no sin leyes. Códigos no escritos referidos a la convivencia diaria y a lo que las personas esperan o no esperan del Estado. Nada de esto se vincula con que los teléfonos, el agua corriente o la luz eléctrica sean estatales o privados. Se vincula con algo más primitivo: la capacidad o incapacidad del Estado para contener la idea salvaje de que nada importa y que todo está permitido.
El inmenso desprestigio de la clase dirigente –sin distinción de líderes o de partidos- tiene su origen en el convencimiento popular de que la decadencia argentina es el producto de una combinación letal de ineficiencia y corrupción de esa dirigencia. ¿Alcanzan Cromagnon y Southern Winds para que podamos ver dónde está el problema?
*Hugo Martini, Diputado Nacional - Recrear
Me pregunto si esto lo sacaste del diario de sesiones del congreso o de alguna de sus comisiones, o si simplemente es otra de las actividades extracurriculares del diputado Shaken-not-stirred.
ReplyDelete