Más sobre la actitud de pedir por la cárcel de un ex gobernador del último gobierno militar con la remerita del Che puesta. Siempre lo dije, los totalitarismos, las masacres, las violaciones a los derechos más elementales son tolerables; lo único que no se puede tolerar es no ser fashion:
Parece mentira que haya personas que sigan manteniendo cierta simpatía por este tirano. Ya lo dice Martin Amis en “Koba el temible” (Anagrama), su estupendo libro sobre Stalin: mientras que el totalitarismo nazi está reconocido como la atrocidad que fue, el totalitarismo comunista sigue viéndose con una indudable empatía emocional. Amis se pregunta por qué los intelectuales no denunciaron en su momento (ni nunca claramente, a decir verdad) la barbarie soviética, por qué Auschwitz es para nosotros sinónimo de horror, pero Kolymá no nos dice nada, por qué todo el mundo ha oído hablar de Himmler pero nadie conoce quién es Yeyov.
Esta ignorancia pertinaz, este deseo de no saber, permite seguir manteniendo una idea romántica e incluso heroica del comunismo en general, como si los excesos de Stalin no fueran sino la excepción de un proyecto político tal vez equivocado en parte pero hermoso, cuando lo cierto es que se trata de una ideología siniestra que ha producido infiernos por doquier, un sistema totalitario en el que lo excepcional son más bien los comportamientos decentes.
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