Ya lo vienen diciendo Guillermo y Rubén. Los que tienen un poco más de años y un poco más de memoria saben cómo termina todo esto. Honestamente espero que vuelva a imponerse la mesura y la racionalidad antes de que sea demasiado tarde:
Nunca hasta ahora se había llegado, desde el más alto nivel del poder, a esos extremos de intemperancia. Son, todos estos, signos alarmantes de desborde, apoyados de manera constante por un lenguaje exasperado. Cualquiera que bucee un poco en nuestra historia podrá ver que nunca hemos sido un país pacífico. Por el contrario, desde los días fundacionales, la violencia y la intolerancia fueron la opción elegida.
Y siempre, en el comienzo mismo de nuestros enconos y desencuentros, estuvieron presentes el insulto, la descalificación soez, la falta de respeto, el lenguaje descomedido e hiriente, la burla y la ironía despiadadas, el desconocimiento del otro como interlocutor válido. Luego vinieron, inexorablemente, las vías de hecho: la agresión física o la eliminación directa. ¿No nos han servido de nada, no nos han dejado ninguna enseñanza, aquellas tragedias? ¿Desde los más altos niveles no se percibe, acaso, que la mayoría de nuestra sociedad sólo quiere recuperar la normalidad y vivir como cualquier país civilizado, en un clima de paz?
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