A Karl Marx se le suele definir como economista, filósofo y sociólogo. La realidad es que, ante todo, fue el fundador de una religión. Sustituyó lo "sobrenatural" por elementos económicos y análisis sociológicos e históricos, a los cuales etiquetó de "científicos". En un gran caldero mezcló esos "ingredientes", que sazonó con abundantes emociones. Principalmente aquellas que los hombres más se preocupan por ocultar.
Sólo así se explica la adhesión fervorosa que despierta en sus adherentes. A éstos no les interesa la evidencia racional ni las consecuencias prácticas. Porque no hay que ser muy perspicaz para “descubrir” el auténtico trasfondo de ese pensamiento. Ya que sin ningún pudor Marx argumenta que el hombre será realmente "libre" tras pasar por un período (impreciso) de dictadura.
Según esa tesis, la "tiranía" es la única capaz de hacer al hombre "feliz", logrando el "paraíso" sobre la tierra; de crear un "mundo nuevo" donde todos seremos "iguales" porque unánimemente seremos "esclavos". Obviamente, que como señaló George Orwell, algunos entonces seremos más iguales que otros.
La argumentación marxista es explícita. Por eso cuesta tanto entender la tolerancia con que el grueso de la intelectualidad occidental aceptó en el pasado los crímenes cometidos por el régimen soviético. Asimismo, la condescendencia con que actualmente tratan a sus vástagos.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.