Una de las grandes paradojas de Argentina es que fue en su momento uno de los primeros países de habla hispana en entrar en la modernidad, mucho antes que otros países como España, Italia o Irlanda. A pesar de todo esto, pareciera que entre nosotros prevalecen los valores anti modernidad, ya que nos empeñamos en volver a ellos una y otra vez:
“Al fin me encuentro con mi destino latinoamericano” decía Borges por Laprida en “Poema Conjetural” donde imaginaba los últimos momentos y pensamiento del General asesinado a manos de los montoneros de Aldao. Refería nuestra primera pluma a esas dos argentinas, una ilustrada, liberal, respetuosa de los derechos y las instituciones básicas, y la otra agresiva, violenta, caudillesca y piquetera.
Quizás el problema argentino es que nos encontramos demasiado seguido y cada vez mas con nuestro “destino latinoamericano”: esa tradición de violencia, intemperancia, falta de respecto por el derecho y donde antes que reglas mandan hombres. Esa Argentina fiscalista, prebendaría, autoritaria y donde se impone la fuerza y no la razón. Si a la primera, la ilustrada, le debemos nuestra Constitución de 1853 y haber puesto al país entre los primeros del mundo al tiempo que atraía a inmigrantes de todas partes por sus muy altos salarios reales, a la segunda debemos nuestra fatal historia de las últimas décadas que nos ha puesto más cerca de África que del primer mundo, ahora tan lejos. El clientelismo, el voto cautivo, el capitalismo prebendario y la corrupción son apenas las más visibles y últimas manifestaciones de nuestro “destino latinoamericano” de las últimas décadas hábilmente usufructuado por las todo poderosas y enriquecidas corporaciones políticas.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.