El punto de vista de James Neilson:
Mientras la economía continúe creciendo a un ritmo estimulante, el que un gobierno "de centroizquierda" haya depauperado por error a millones de personas que nunca más percibirán un ingreso superior al de un obrero chino podría tomarse por una aberración estadística sin demasiada importancia política pero, de enfriarse la economía como muchos prevén, los kirchneristas no tardarán en encontrarse en dificultades. Privados de la ilusión de un futuro más esperanzador, los pobres mismos y quienes quieren dirigirlos no podrán sino protestar contra un gobierno que los ha defraudado al prometerles una cosa y darles otra muy diferente. Algunos los acusarán de hipocresía, de conformar en verdad una banda de "neoliberales" excepcionalmente listos que, detrás de una espesa pantalla de humo retórico, a costa de los pobres arreglaron la mayor transferencia de recursos de la historia del país. Otros atribuirán lo sucedido a su temor a enfrentarse con el FMI y el capital planetario.
Cuando llegue este momento, y puede que esté más cerca de lo que muchos suponen, empezará un nuevo acto del interminable drama nacional, uno que será más agitado que el que está por concluir y que podría tener un desenlace fatídico. Aunque la experiencia de los últimos años debería haberle enseñado que la inestabilidad agravada por la ausencia de seguridad jurídica perjudica mucho más a los pobres que a los ricos o a las grandes empresas multinacionales, el presidente Kirchner no podrá sino sentirse tentado a contraatacar con golpes de efecto que, como en su hora el default, la devaluación y la pesificación, parezcan destinados a ayudar a los pobres pero que en realidad sólo servirán para empobrecerlos todavía más.
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