Soy de los que cree que lo que sucedió durante la década del setenta en Argentina fue un verdadero horror, una gran tragedia nacional. La agresión terrorista que sufrió el país, toda la sociedad argentina, de ninguna manera justifican los excesos, la tortura o el asesinato de personas sin juicio previo. Estas acciones ni siquiera tienen sentido desde un punto de vista de la lógica de aniquilación del enemigo. Fueron claramente violaciones a los Derechos Humanos que no pueden quedar sin castigo.
Creo que los juicios a las juntas, más allá de su bastardización ideológica, fueron positivos porque contribuyeron a hacer fuerte la idea de que estas cosas no podían quedar impunes.
Me dolieron los indultos de Alfonsín y Menem, pero debemos entender que no se podía seguir indefinidamente con el tema. Creo que hay que verlos dentro del marco de la necesaria pacificación del país. Los países y las sociedades tienen la obligación de seguir adelante. Los indultos de Duhalde fueron un despropósito descomunal, un sinsentido gigantesco, uno más entre la interminable lista de barbaridades políticas de este personaje.
Una de las consecuencias más infames de este gobierno seguramente va a ser el revanchismo y revisionismo permanente de aquella época tan poco feliz. Tirar por la borda años de esfuerzo por dejar todo esto en el pasado, de la mejor manera posible. Insisto en que personajes como la actual líder de Madres de Plaza de Mayo, y madre putativa del actual presidente, o el mercenario de Verbitsky constituyen el más eficiente activismo EN CONTRA de los Derechos Humanos que se nos pueda ocurrir.
Ahora leo esto y honestamente no lo puedo creer. ¿Alguien realmente puede pensar que todo esto no va a traer consecuencias? ¿Cómo es posible que no aprendamos la lección, que nos empeñemos en esta reivindicación unilateral y gratuita de la historia?
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