Triste rol internacional de la Argentina, pero estoy seguro de que esto es lo que nos hace feliz. Pensar que mucha gente se horrorizaba por las “relaciones carnales” con la primera potencia de la tierra. Nos hemos convertido en poco más que un forro de Brasil, el único país que puede competir con nosotros en disparates de política económica, inflaciones y empeoramiento en la desigualdad de la distribución de la riqueza.
Parece mentira, pero el eje de la política exterior argentina de la actualidad pasa por nuestra relación por un país tanto o más pobre y atrasado que el nuestro. Cómo habremos caído de bajo que en nuestra patética percepción de la realidad caracterizamos de "exitosa" la supuesta "estrategia de desarrollo” de Brasil, como Mariano Grondona en su columna.
Si Brasil es el éxito, no me quiero imaginar lo que es el fracaso:
Ante esta estrategia "subimperial", los ansiosos intentos de la Argentina por retener a Brasil a su lado dentro del reducido ámbito del Mercosur, donde al menos sería la favorita del gigante, bordean lo patético. Es que la primera concubina del pequeño harén está por ser abandonada por el sultán, que viaja en busca de nuevos espacios. El miércoles próximo, cuando reciba la visita del presidente Kirchner, Lula desplegará ante él, sin duda, la exquisita diplomacia brasileña, pero esos buenos modales alcanzarán apenas a dorar la amarga píldora que nuestro vecino nos invita a tomar, diciéndonos sin decirlo que, en tanto Brasil aspira a sentarse a la mesa del directorio mundial, la Argentina empieza a ser ignorada como una escala necesaria del circuito internacional.
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