Jun 29, 2005

El País Pirulo

Sigo insistiendo en el tremendo dramatismo del proceso de pauperización que sufrió el país desde el golpe de fines de 01 y la posterior devaluación y pesificación. Estoy convencido de que aun no terminó y no hemos visto lo peor.

Los indicadores y las estadísticas dan una idea bastante precisa de la situación, pero los detalles menores le dan un color más personal y ayudan a entender un poco más la magnitud de la tercermundización acelerada.

Un amigo nos trajo hace poco unos alfajores Bagley de Argentina. Los clásicos blanco y negro que nos gustaban tanto cuando vivíamos ahí. De entrada nos llamó la atención el tamaño y el packaging. Son entre un 30 y un 40% más chicos que antes, y la calidad del envoltorio es lamentable, muy similar a la que era común ver en golosinas en los 80. No quiero ser exagerado, pero ni siquiera el gusto es el mismo. Como serán de malos, que todavía están ahí, ni siquiera los chicos los quisieron comer.

Me acuerdo lo peligroso que era manejar por el centro en Buenos Aires un día de semana con la cantidad de motoqueros dando vuelta por ahí, por supuesto sin casco y haciendo zig zag entre los autos. Según me comentan, parece que la cosa ahora es peor. Ya mucha de esta gente no puede pagar motos y ahora hacen lo mismo que antes, pero en bicicleta. No se trata de la evolución de Buenos Aires hacia una coqueta y desarrollada Ámsterdam, está más relacionado con una especie de “calcutización” de la sociedad. Si es peligroso que nos pise un auto andando en moto, me imagino que en bicicleta debe ser bastante más grave.

Todavía me acuerdo que cuando volvieron a aparecer los envases de gaseosas retornables, otro indicador más de la caída de la productividad, práctica que había desaparecido durante los malditos 90, un destacadísimo economista y hombre de negocios, ex presidente del Banco Central, salía por televisión a explicar que en realidad no quería decir nada, que se trataba de modas y que el sistema de envases retornables se usaba en los países más ricos del mundo.

Se trata del mismo señor que explicaba por todos los medios que la pesificación era una medida correcta, porque había que castigar a los especuladores y premiar a los que producían en el país. Todo esto en serio y sin ponerse colorado. Extrañamente, hasta donde se nunca nadie le hizo un escrache o directamente le rompieron la cara a trompadas.

Muy relacionado con lo anterior, de casualidad veo esta noticia en La Nación de hace unos días.

Podemos estar o no de acuerdo con lo que está pasando en el país, con el “nuevo modelo” vigente, nos puede ir mejor o peor, podemos estar ganando más o menos plata, pero es fundamental tener muy en claro cuales son las consecuencias. No nos puede tomar por sorpresa que la vuelta del recauchutado de neumáticos y la recarga de cartuchos de impresora, o que la recolección de cartón de la basura, no sean el camino al desarrollo que tanta gente espera.

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