James Neilson sobre Bolivia:
Ahora bien: tanto en Bolivia como en Perú y Ecuador, los indígenas tienen motivos más que suficientes como para sentir rabia. Pisoteados, marginados y despreciados desde hace siglos por las élites de origen europeo y mestizo, es comprensible que muchos sueñen con reencontrarse con sus propias tradiciones o, en el caso de que las hayan olvidado, con inventar sustitutos. Sin embargo, es una cosa rebelarse contra una realidad humillante y otra muy diferente hacerlo de un modo que sea constructivo. Con muy escasas excepciones en América del Sur, los referentes indigenistas siempre han sido reaccionarios fascinados por recetas colectivistas, folclóricas y escapistas parecidas a las confeccionadas por pensadores mayormente alemanes y franceses.
La idea de que los países no pueden morir es una falacia a la que se abrazan bastante seguido los políticos argentinos, con la que se confortan cuando todo parece que explota. Sin embargo es suficiente con mirar un mapa de hace 20 años para ver unos cuantos países difuntos: La URSS, Alemania Oriental, Yugoslavia, Checoeslovaquia...
ReplyDeletePor el otro lado algunos historiadores (y políticos ventajeros también) recurren a otra falacia: que las Naciones no se extinguen.
Suficiente con pensar en éste caso en la Nación Tehuelche, o la Nación Arawak para ver que tampoco el carácter de "Nación" es eterno.