Hace unas semanas fuimos a conocer el nuevo Museo de la Guerra de Canadá, en Ottawa. Muy interesante, realmente. Además de los modelos de tanques y otras armas que pude ver en persona por primera vez, se observa el homenaje y el recuerdo permanente de todo el país por los caídos en las guerras, desde la de los Boers hasta Afganistán, pasando por la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Como en muchos otros países, especialmente en los anglosajones, la relación de los civiles con las Fuerzas Armadas es muy particular, muy difícil de entender para sociedades como la nuestra. Esto es así básicamente porque no existe la división entre la población civil y los militares que si existe en países con una historia como la nuestra. Los militares no son otros que los mismos civiles que se arman en defensa del país y estilo de vida.
Siempre me da mucha pena ver como mientras miles de personas se sacrificaban para derrotar a los totalitarismos del siglo XX en Europa y en el norte de América, en Argentina seguíamos de parranda, especulando para ver a quien le íbamos a vender más productos y creyendo que no era nuestra pelea, que se arreglen ellos.
De la misma manera en que es posible sostener que las sociedades tienen los gobiernos que se merecen, podemos decir que tanto las Fuerzas Armadas como las de seguridad son un reflejo fiel de las sociedades donde están organizadas. Es disparatado pensar que es posible la existencia de fuerzas armadas comprometidas con los valores de la democracia y de desempeño profesional en una sociedad con clara tendencia autoritaria y a la improvisación.
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