Más sobre lo que está pasando en el país y el rol de los empresarios, esta vez de la editorial de La Nación de hoy.
No se por qué me parece que todo esto ya lo vimos antes en algún momento de nuestra gloriosa historia y no terminó demasiado bien que digamos:
Los representantes de las organizaciones empresariales y los principales referentes de ese sector están manteniendo un cuestionable exceso de prescindencia frente a aspectos determinantes del presente económico, político e institucional de la República.
El domingo último, el suplemento económico de LA NACION dio cuenta de esta cuestión, por medio de diversos ejemplos. Que una compañía europea les prohíba a sus ejecutivos exponer en seminarios en la Argentina "porque al Gobierno no le gusta el debate mediático" resulta harto lamentable. Igualmente triste es que altos representantes de empresas den en forma reservada al periodismo una visión pesimista de las políticas gubernamentales y, públicamente, busquen congraciarse con las autoridades. O que, como en la mayoría de los casos, opten por un llamativo silencio para evitar disgustar al gobierno nacional.
Algunos motivos tienen, por cierto, estos hombres de empresa. Basta con recordar el boicot presidencial motorizado por el propio presidente de la Nación contra la empresa petrolera Shell, con intimidación piquetera incluida, o la reprimenda pública del doctor Néstor Kirchner al dueño de una cadena de supermercados que había alertado sobre los peligros inflacionarios que generaría la falta de cautela a la hora de mejorar los salarios.
Pero resulta fundamental para la vida democrática, que se nutre de la diversidad de ideas y opiniones y del debate constructivo, que los dirigentes empresariales revean este sugestivo silencio.
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