Del Boletín semanal de economía, política y negocios del Ing. Gustavo Ibáñez Padilla:
Clientelismo: Aumentos de sueldo generalizados y por decreto, obras públicas de gran notoriedad, subsidios y dádivas por doquier, lavarropas, heladeras, planchas, guardapolvos, cheques y hasta efectivo… Todo vale con tal de comprar un voto. La transacción se hace a la vista de todos, anunciando en los pizarrones de las unidades básicas y los cuarteles piqueteros oficialistas el día y la hora de la entrega. También se convoca a los actos y se informa cuánto se pagará por cada asistente. Las pruebas documentales obran en poder de las autoridades judiciales; algunos periodistas lo atestiguan por escrito -con nombres y apellidos-. Unos pocos miembros de la oposición lo denuncian públicamente y también en los estrados judiciales. ¿Qué pasará…? Nada. Como siempre, nada. Las causas serán archivadas, prescribirán o dormirán el sueño de los justos. Algún juez corrupto desestimará la denuncia quizás como contraprestación por la suspensión de su propio juicio político. Los nombres de las autoridades, de los que organizan el reparto, de los jueces corruptos y de los medios y periodistas -que colaboran en la distracción pública- son también por todos conocidos. Una vez más, más de lo mismo. Lamentablemente, la historia nos enseña que la demagogia y el populismo acaban condenando a la miseria a las personas más necesitadas y que todas estas dádivas terminan transformándose en salvavidas de plomo.
Inflación: Para el 2005, el deterioro de la capacidad adquisitiva del peso ya alcanza los dos dígitos y no se cumplirá el límite establecido en el presupuesto. Según el ministro de economía no hay que preocuparse, según políticos como Alfonsín 'un poco de inflación es conveniente', según el presidente la culpa la tienen los supermercados… ¿Quién tiene razón? Para aclarar un poco el tema vale la pena leer a Von Mises. En realidad es el Estado quien tiene el control de la emisión monetaria y es el propio Estado el que erosiona su valor, cuando emite moneda sin su correspondiente respaldo. Cuando se aplican políticas de emisión de dinero que rompen el equilibrio de oferta y demanda intentando crear una riqueza artificial inexistente lo que se obtiene es inflación, el alza generalizada de los precios por causa del ingreso de moneda espuria al mercado. Pero el asunto no termina aquí. La moneda es el bien utilizado para realizar los intercambios, para nominar los precios y como reserva de valor. Cuando se incrementa artificialmente su volumen se enriquecen algunos a expensas de otros, se distorsiona el sistema de precios -que es el 'sistema nervioso' del mercado- y la economía pierde eficiencia. Estos efectos secundarios son muchas veces dejados de lado o disimulados por los funcionarios del ministerio de Economía. La inflación no produce efectos iguales y estáticos, más bien provoca distorsiones que se van transmitiendo como una onda. Los primeros que la perciben (los más informados) pueden beneficiarse si actúan con rapidez; los últimos en captar sus efectos (los desinformados) son los más perjudicados. Estas consecuencias son conocidas por todos los argentinos, sabemos bien que los más ricos pueden protegerse y hasta favorecerse de la inflación, en cambio los más pobres únicamente pueden correr a gastar su dinero antes de que los precios suban un poco más. Constituye entonces una obligación moral para los gobernantes -además de un imperativo económico- el mantener estable el valor de la moneda y defender de esta forma los intereses de todo el pueblo. El día en que impongamos esta norma, en carácter de permanente e incuestionable, habremos dado un gran paso hacia la consolidación de la Nación.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.