La Argentina post golpe es un enorme déjà vu viviente. Es como esas películas que dan en la tele los domingos a la siesta en el verano, ya la vimos por lo menos 40 veces. Todo el mundo sabe cómo termina y casi podemos repetir los diálogos de memoria.
Después de la devaluación y de la vuelta de la bicicleta, al mejor estilo de los 80 de Alfonsín, nadie puede sorprenderse de la vuelta de la inflación. Se sabía que iba a pasar y varios especialistas lo adelantaron. Era cuestión de tiempo.
Como siguiendo un libreto, después de crear el problema, el actual gobierno reaccionó exactamente de la misma manera. Primero, la negación. La inflación no existe, es un invento de la prensa, de los noventistas, de los cipayos vendepatrias, de los empresarios, de la oposición, etc. Hasta hace muy pocas semanas era posible escuchar a alguno de los voceros del presidente “descartando” la inflación como problema. Ya van a ver el mes que viene, era el discurso oficial.
Luego vino la segunda etapa. Como ya es prácticamente imposible seguir negando la realidad, ahora admitimos que existe el problema, pero la culpa es de los demás. Exactamente como en los gloriosos 80 de Alfonsín y Sourrouille, la inflación existe por los especuladores de siempre. Son los empresarios desalmados que se aprovechan de la situación. Los aumentos son por problemas estacionales, especialmente con la carne.
Las “soluciones” que se proponen son prácticamente calcadas de esa época: aumentar retenciones, “acuerdos de precios”, eliminar devoluciones de impuestos, límites a la faena de vacunos, amenazas de importar carne de Uruguay, etc. Es increíble, pero hasta las apologías que se intentan por parte de supuestos expertos son casi copia textual de los delirios que se decían en los 80 (un poco de inflación no viene mal y es preferible al desempleo). Creo que nunca me voy a olvidar de la gran frase célebre de Alfonsín: lo que le hace falta a Argentina es un poco de inflación.
Creo que los jefes de redacción de los diarios no lo deben poder creer, sólo tienen que reciclar los titulares, y hasta los textos, de esos años y cambiar un par de nombres. En lugar de Alfonsín y Don Juan Vital, Doña Kirchner y Lasaña.
Es muy probable que si no se toman medidas concretas, del mundo real, cuanto antes, muy pronto entremos en la tercera etapa. Los controles de precios están a la vuelta de la esquina. Son la continuación natural de los “acuerdos de precios voluntarios” que, al igual que en esa época, se pusieron en práctica en estos meses. Es muy probable que muy pronto vuelvan los precios máximos, veamos a algunos empresarios y almaceneros presos por “especuladores” y por vender por encima de los precios estipulados por el gobierno y otros grandes clásicos por el estilo. Hay que entender que los mismos empresarios que durante los malditos 90 no aumentaban los precios, ahora se volvieron perversos de golpe y aumentan los precios a propósito.
En fin, puedo entender que alguien que haya nacido a fines de los 80 o principios de los 90 sea demasiado joven para haber visto la película y por lo tanto no sepa cómo termina. Pero a cualquier persona de mi edad para arriba no nos la tienen que contar. Ya la vimos varias veces. Es una cuestión de cuando, no de cómo.
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