Sobre los ridículos y sus amigos:
Kirchner tiene derecho a ignorar algunas cosas de la vida.
Nadie es perfecto y no es para nada un delito ser un poco ignorante, aún siendo Presidente de la Nación.
Tiene derecho incluso a ignorar su propia ridiculez. Pero si acaso la ignora, entonces todos tenemos derecho a considerarlo un ridículo.
Trátase de una cuestión casi fisiológica en la que se mezcla lo ingénito y lo culposo.
Ni siquiera puede absolverse su condición de ridículo por haber decidido aceptar adscribirse a la ridiculez de un modo especulativo creyendo que se puede regresar fácil de esa incursión.
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