Nov 20, 2005

Lo transitorio es política de largo plazo

Lo transitorio es política de largo plazo
Por Roberto Cachanosky
Para LA NACION

Cuando en la crisis del 30 se estableció el impuesto a las rentas (hoy, impuesto a las ganancias) se afirmó que éste tenía carácter de transitorio. Ya pasaron 75 años y el impuesto sigue tan vigente como cuando se lo sancionó. Desde entonces, puede decirse que la mayoría de las medidas transitorias que se aplicaron en la Argentina se transformaron en políticas públicas permanentes. Y no es que esas políticas públicas permanentes subsistan porque estamos en crisis sino que, por el contrario, estamos en permanentes crisis por aplicar medidas que, en el peor de los casos, deberían ser transitorias.

Por ejemplo, cuando se produjo la crisis del ?30, la mayoría de los países recurrió al proteccionismo, pero luego lo abandonaron, particularmente al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y comenzaron incrementar el comercio. Nosotros, a diferencia del resto del mundo, nos mantuvimos aislados y transformamos el proteccionismo en un modelo de crecimiento, justificado "intelectualmente" con la ayuda de la Cepal.

Otro caso de supuesta transitoriedad es el de los controles de precios. Siempre que se establecieron controles directos o indirectos se argumentó que eran de carácter transitorio, pero luego se transformaron en el corazón de las políticas económicas. Pasó con el Rodrigazo, con el Plan Austral y actualmente con los acuerdos de precios y el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos. Uno puede entender (no justificar) que luego de la brutal devaluación de 2002 se postergara transitoriamente los aumentos de tarifas de los servicios públicos, lo que no puede entenderse, y menos justificarse, es que ese congelamiento se transforme en una política pública de largo plazo.

En 2002 también se impusieron los derechos de exportación al agro con el argumento que eran transitorios. Hoy se han transformado en una de las principales fuentes de financiamiento del sector público, aportando no menos del 10% del total de recaudación impositiva. Lo mismo ocurrió con el impuesto a los créditos y débitos bancarios, impuesto que, supuestamente, se iba a reducir con el tiempo y, mientras tanto, se sostuvo en su momento, se preveía que se pudiera deducir del impuesto a las ganancias. Nada de ello ocurrió y hoy el impuesto a los créditos y débitos es otro de los pilares de la recaudación impositiva. Entre ambos aportan al Tesoro el equivalente al superávit fiscal primario, con lo cual nadie puede soñar con que sean eliminados. Lo transitorio es definitivamente permanente.

Durante el gobierno de Alfonsín, los llamados depósitos indisponibles que generaban el gasto cuasi fiscal también tenían un objetivo de transitoriedad hasta que se equilibraran las cuentas públicas y desapareciera la causa de la emisión monetaria. Ese gasto cuasi fiscal se transformó en una gigantesca bola de nieve que terminó disparando la hiperinflación.

Cuando empezó la actual política del dólar alto (o recontraalto como se intentó al principio del primer gobierno de Menem) el BCRA comenzó a esterilizar parte de la emisión con deuda de corto plazo. Esa política transitoria implicó que los $ 10.000 de deuda de corto que tenía el BCRA en enero de 2004 se multiplicara por 3 al 14 de noviembre último.

En 1994 se presentó el primer proyecto de ley de presupuesto con un pequeño déficit fiscal luego de implementada la convertibilidad. El pequeño déficit fiscal, transitorio, se transformó en uno gigantesco, autoalimentado por el creciente endeudamiento público. Nuevamente, la colocación de deuda era transitoria hasta que se corrigieran las cuentas públicas.

Los planes Jefes y Jefas de Hogar fueron establecidos como un mecanismo transitorio de contención social hasta que se superara la crisis pos- devaluación. Hoy esos planes siguen tan vigentes como en 2002 y se han transformado en políticas "sociales" de largo plazo que alimentan aparatos políticos y fuerzas de choque.

Podría seguir con los ejemplos de medidas transitorias que se transformaron en permanentes, como la suba del IVA al 21% en 1995, la tímida política monetaria expansiva que terminó transformando la inflación en "el" mecanismo predilecto para financiar al tesoro o, inclusive, el aumento del gasto en obra pública que Keynes recomendó como transitoria en situaciones de recesión y aquí se la tomó como política de crecimiento de largo plazo, pero lo dicho hasta aquí basta para darse cuenta que vivimos de crisis en crisis porque adoptamos políticas públicas inconsistentes como mecanismo para tratar de crecer.

El aumento de un impuesto en momento de crisis fiscal, la emisión monetaria en una situación de iliquidez financiera o los planes sociales para paliar la pobreza son discutibles pero entendibles (aunque no necesariamente los comparta) en una situación determinada y transitoria, el problema es que la dirigencia política argentina las ha adoptado como modelos de crecimiento. En todo caso los crecientes fondos destinados a planes sociales no hacen más que confirmar los sistemáticos fracasos para desarrollar el país, porque una Argentina próspera, con inversiones y sin desocupación no necesitaría aumentar las erogaciones en planes sociales.

Torturas e inventos

Los argentinos nos drogamos con la emisión monetaria hasta destruir la moneda. Nos torturamos con impuestos hasta transformar el sistema impositivo en impagable. Inventamos planes sociales bajo el argumento de la solidaridad y creamos la cultura de la dádiva incentivando la vagancia y denigrando a las personas que dependen de las monedas que les entregan los punteros políticos para alimentar a su familia.

No es fruto de la casualidad que la Argentina haya tenido, en los últimos 30 años, una crisis fiscal cada 5 años, con corridas financieras, estallidos inflacionarios y estampidas cambiarias. Crisis que, por otro lado, son cada vez más severas. La de 2002 tuvo una capacidad de destrucción fenomenal porque los analgésicos le hacen cada vez menos efecto a una economía infectada de ineficiencia. De la licuación de pasivos con inflación, como en el Rodrigazo, pasamos a licuar pasivos con inflación y confiscación de depósitos. La pesificación de 2002 fue mucho más violenta que el plan Bonex.

Insisto, la Argentina no adopta medidas inconsistentes porque está en crisis, sino que estamos en crisis porque adoptamos la inconsistencia como políticas de largo plazo.

Hoy se pretende aplicar como política de largo plazo el sostenimiento de un tipo de cambio propio de un país que fuga capitales, como si la clave del progreso estuviera en la desconfianza que genera un país.

En síntesis, la Argentina dejará de vivir de crisis en crisis el día que, en serio, decidamos salir de ella pensando como ganadores y no como perdedores que se contentan con apelar a los tradicionales parches que, finalmente, terminando cediendo a la presión de las inconsistencias, dando paso a otra crisis.

El autor es economista

Link corto: http://www.lanacion.com.ar/757891

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