Queremos Exportar

Protestas en la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Hong Kong. Parece que los avances para liberalizar el comercio en el mundo son nulos. Las tendencias proteccionistas son muy marcadas, tanto en los países más pobres como en los más ricos.

Países como Argentina encuentran la excusa perfecta en las políticas proteccionistas agroindustriales de Europa y EEUU. Imagínense, si ellos no liberan sus mercados primero, nosotros no podemos hacer lo mismo.

Pero, como dice Johan Norberg, imaginemos un escenario en que todos los países desarrollados del mundo deciden eliminar las barreras para el comercio de todo tipo de productos, incluyendo los alimentos. A partir de mañana, podemos venderles absolutamente todo, sin aranceles ni cupos. La gran pregunta que me hago es, ¿tendríamos qué venderles?

Contrariamente a la mitología progre tan difundida por generaciones, el problema de países como Argentina no es que se llevan nuestras riquezas, sino que no producimos suficiente riqueza para que se lleven. Es decir, no tenemos lo suficiente para que se lleven a cambio de dejarnos sus dólares (o euros) para que nosotros a su vez podamos comprar más bienes y servicios.

En muchos casos, los países como Argentina son una fenomenal máquina de destruir riqueza, no de crearla. La “Nueva Argentina”, la Argentina del “modelo productivo”, castiga sistemáticamente a los exportadores, cuanto más exportan, más grande es el castigo.

Un señor que tenga la inquietud de poner una fábrica de pizzas en el país no sólo debe enfrentarse a la permanente y creciente arbitrariedad de los funcionarios y los cambios constantes de las reglas del juego, sino que además debe realizar innumerables tramites engorrosos, obtener decenas de autorizaciones y habilitaciones, además de ser literalmente esquilmado con impuestos, tasas, cargas laborales, regulaciones y coimas de todo tipo.

Como dice Norberg, el verdadero problema somos nosotros mismos, no las limitaciones para acceder a mercados.