Siguen las conmociones en la Argentina. Debe ser por los cohetes de fin de año y la ola de calor. Entre los temas que me perdí por mis minivacaciones de Navidad está una especie de rejunte de todo el arco opositor. Aparentemente aparecieron juntos en alguna foto Macri, el líder de la “centroderecha” argenta, la ex gorda Carrió, Patricia Bulrich (qué manía de esta gente de llamarse como un shopping) y algunos más.
Honestamente no entiendo por qué el entusiasmo. No se lo tomen a mal, pero en gran medida estos sectores, de oposición sólo tienen el nombre. Muchos de ellos pueden no compartir del todo la metodología crecientemente fascistoide de este gobierno, pero me cansé de escuchar declaraciones y opiniones donde dejan muy en claro que de estar en el poder continuarían y hasta profundizarían el actual proyecto de país, incluyendo el “rumbo” en materia económica.
Creo que personajes como Carrió suelen no compartir las tácticas fascistas cuando se encuentran en el “receiving end”, pero son más entusiastas cuando son ellos las que las propinan.
La Argentina, o cualquier país, no sólo necesita de una oposición fuerte. Esa oposición debe ser una alternativa real y concreta de poder. Para cumplir con el segundo requisito, los sectores de la oposición deben tener un proyecto sustentable, homogéneo, con consensos mínimos, que se base en la realidad. De otro modo corre el riesgo de convertirse en la estrella fugaz que fue la “Alianza” que llevó al poder a De la Rúa. Mucho ruido y muy pocas nueces.
Mientras no se den estas condiciones mínimas, me temo que estamos condenados a seguir alternando entre la sartén y el fuego.
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