¿Es Bielsa una excepción?
Por Andrés Cisneros
Columnista de Ambito Financiero
Pena que Rafael Bielsa no haya terminado como embajador en París. Podría haber disfrutado de las frecuentes versiones teatrales de las andanzas del Pierrot, ese padre putativo del humor involuntario. Cosa de combatir la nostalgia y no extrañar tanto a las megainversiones chinas, el rescate de la doctora Molina, el batigasoducto bolivariano, los innecesarios entredichos con Chile, Uruguay, Canadá, Brasil, México, Italia, España, la Santa Sede y la propia Francia, por no hablar de Washington, la costosa ausencia en el histórico sepelio de Juan Pablo II o los plantones a Putin, Aznar, Hu Jintao, los presidentes de Bolivia, Portugal y Sudáfrica, los inversores franceses y españoles, o el propio rey Juan Carlos.
A Brasilia enviamos el pedido de placet para un determinado embajador de carrera y, una vez aceptado por Itamaraty, el que luego embarcó en el avión era otro, un amigo político, con placet a las corridas. Parecido hicimos con Bolivia. Cómo no recordar a una Cancillería en la que algunos de sus funcionarios organizaron, al mismo tiempo, la cumbre y la contracumbre de Mar del Plata, o a un canciller que declaró que si su par norteamericano quería entrevistarse, tendría que pedirlo, porque él no le veía mayor miga al asunto. Resultado: Colin Powell viajó a Brasil y Chile, salteándose a la Argentina. Su sucesora, Condoleezza Rice, repetiría algo semejante. Idem el primer ministro japonés. Y Chirac, ahora, anunció lo mismo para enero.
Se trató de justificar su eventual designación en Francia «en razón de las dificultades que se atraviesan en la relación con inversores de ese país» nombrando a alguien que es, por definición, el responsable de la política exterior que precisamente causó esas dificultades. Verdad o consecuencia, el inédito deterioro de la relación con París ha tomado todos los visos de una profecía autocumplida. En suma, ¿qué cosa más parecida a las tribulaciones de Pierrot que ese verdadero remedo del Truman Show en que el doctor Bielsa convirtió a nuestra política exterior? Debieron nombrar a Tinelli, no a Taiana.
Ahora, pocos días atrás, el doctor Bielsa se alojó en la residencia del excelente embajador Juan Archibaldo Lanús -que se enteró de su remoción por los diarios- hoy gratuitamente devaluado, aparentemente sin informarle sus intenciones de reemplazarlo personalmente y que, como consigna la propia agencia oficial « Télam», citando a fuentes del Poder Ejecutivo, remontan a por lo menos treinta días la fecha en que el entonces canciller habría él mismo solicitado ese nombramiento. En medio de este tsunami, el silencio del Presidente resulta estruendoso. Sería de esperar que, como resulta de estilo, el nombre del nuevo embajador se haya consultado con el Quai d'Orsay antes de lanzarlo a los diarios.
Se especula con que renuncie también o se le impida acceder a la banca. Entre otras cosas, eso cortaría una trayectoria de continuidad difícil de igualar: el doctor Bielsa lleva nada menos que un cuarto de siglo en el Estado, con asignaciones públicas desde 1980 hasta el día de hoy, sin saltearse ningún gobierno, el del Proceso y el de Menem incluidos.
«Doy mi palabra de honor que si la ciudadanía me honra con la elección, yo voy a ser diputado. No cabe siquiera imaginar otra posibilidad. No soy un defraudador.» Son muy conocidas las frases célebres del Bielsa candidato. Cabe preguntarse si su actual agonía pública corresponde a alguna marca olímpica de turpitudes personales o, en el fondo, lo que hace es revelar algo más profundo, como la naturaleza misma de una manera de concebir la política, de él y del gobierno al que pertenece. Cuando el inminente diputado, a minutos de jurar, enfrentó a los medios para informarnos que el Presidente había dispuesto que lo necesitaba más en París que en la Cámara, expresaba una visión del servicio público que acepta que los diputados reciban alegremente órdenes del Poder Ejecutivo.
Y el jefe de Gabinete del mismo Ejecutivo que armó esa otra joya institucional con el inefable Borocotó, sentado a su lado en esa conferencia de prensa, avaló con su silencio esa explicación tan asombrosa y tan detrimental para la figura del mismo presidente.
La gente vota a los legisladores para que controlen y balanceen a los otros dos poderes, no para que sigan sus instrucciones. El Bielsa candidato declaró públicamente que después de la Cancillería «ya no tendría más jefes».
Parece cierto: el doctor Kirchner no se ha asomado para respaldar ni uno solo de sus dichos.
Corresponde aclarar que, ajeno a estos dislates, el señor Morgado, afeitado y sin visita, finalmente no asumiría como legislador. Pero en momentos en que se anuncia el regreso de «TVR» a las pantallas, los expertos en burlarse de boutades ajenas ya cuentan con materiales generados por Pierrots del propio palo. ¡Voilà l'Argentine Productive!
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