Argentina, país de vivos, eternos ganadores:
La Argentina ha decidido privilegiar el mal gusto. Ha decidido llevarse mal con la elegancia, con la categoría y con la clase. Ha creído que la chabacanería refleja mejor su “preocupación” por los que tienen menos que inclinarse por los modales civilizados. Lamentablemente esa preferencia no se agota en los ribetes de un disfraz exterior sino que cala en los pliegues íntimos del Estado, donde la falta de afinamiento es la regla que define las decisiones del gobierno.
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