José Benegas en El Disidente:
El problema del presidente no es que lo asesoran mal, como dijo el secretario de CARBAP Pedro Apaolaza. Si las estupideces que está haciendo el gobierno fueran producto de asesores delirantes nada lo eximiría a él de escuchar propuestas ridículas. La realidad es que sus asesores son más sensatos que él. Es el propio presidente el enamorado de sus cruzadas permanentes contra todo tipo de infieles imaginarios.
Por supuesto que los dirigentes de CARBAP o los de la Sociedad Rural que son aún más benevolentes con los exabruptos oficiales saben que esto es así, pero no sienten tener una base de sustentación, un contexto social y político que les permita hablar con libertad y defender sus derechos (con lo cual cualquier negociación, como quien trata con el secuestrador de un hijo, es deseable). Y están en lo cierto, el punto es cómo creen que llegarían a tener semejante contexto.
El gobierno cuenta con dos certezas: Apostar a todo o nada no le cuesta nada en términos institucionales. No recibirá planteos peligrosos en el Congreso, no provocará reuniones conspirativas de gobernadores, ni significará llenarse de denuncias por abuso de poder. En la prensa tendrá menos problemas aún, ningún empleado está en condiciones de cuestionar a su jefe. Y este jefe en particular ni siquiera da conferencias de prensa, con lo cual salvo que se le cuele Cecilia Pando, sus declaraciones son hechas frente a una asamblea de chupamedias.
La otra certeza es la inacción de las víctimas sucesivas y de los espectadores que piensan que nunca les tocará a ellos. El juego principal está de este lado. El gobierno del señor Kirchner, salvo episodios aislados, no es una dictadura violenta, sino una dictadura de gritos y billetes. Eso es lo que más debería avergonzar a la sociedad argentina. Está siendo dominada por bravuconerías sin resistencia alguna.
Los productores de té de Boston tiraron su producción al mar cuando el parlamento inglés pretendió cargarlos con un impuesto. Cuando los ingleses enviaron tropas a sostener su arbitrariedad, el resultado fue la declaración de independencia. Toda sociedad viva y exitosa ha tenido gestos de todo o nada como respuesta al todo o nada casi gratuito del poder sin límites.
Esta es la ecuación por el momento. Avances del gobierno, sobre las instituciones, sobre los que producen, sobre personas en particular, ahora les tocó por primera vez a algunos de los beneficiados con las políticas económicas llevadas a cabo desde el 2001. Todo indica que este proceso seguirá en un in crescendo. La única palabra que rompe esa inercia es la palabra rebelión. Una rebelión sin ninguna violencia, el simple patear el tablero que significa no seguir colaborando, ni negociando con un gobierno despótico e irracional. Una rebelión producto de la indignación, que requiere por supuesto de una condición previa que es la dignidad.
Pensemos dónde estamos. Hace pocos años envidiábamos a los Estados Unidos, a Inglaterra o a Australia. Hoy envidiamos a Brasil donde el presidente tambalea si no está claro como financió su campaña electoral, a Uruguay donde sus políticos no conciben que se pueda negociar con un grupo de piqueteros por más gigantescas que sean las pérdidas económicas que ese grupo les cause. Ni qué decir de Chile, con treinta años de “modelo neo-liberal” que lo convirtió en el país más importante de Latinoamérica. Pronto envidiaremos a Bolivia, cuyo presidente es capaz de tener un momento de humor con la secretaria de Estado norteamericana regalándole un charango. El nuestro en cambio pone cara adusta cuando está junto a Bush (a quien obedece sin chistar en la intimidad), porque teme lo que pensarán los lectores de Página 12.
Nuestro presidente puede ser un desastre nunca visto, pero el problema es el país que lo tolera y lo deja avanzar sin respiro, porque él sabe que casi nadie está dispuesto a perder un saquito de té.
Me encantó la comparación del té!!! Hoy brindaré con una buena taza de té inglés por aquellos que han tenido el coraje de luchar... (y el té inglés he pagado al mismo precio que estaba en la Argentina en las nefastas épocas del 1-1!! o sea que nada de impuestos sobre-añadidos...)
ReplyDeleteSi hubiera 100 hombres como Cecilia Pando....
Como siempre, José Benegas (El Disidente) analiza certeramente nuestra realidad. Todo lo que dice, lo he pensado siempre; lamento no haberlo expresado con la misma claridad y poder de convicción, y lamento más aún que los medios masivos de prensa -que son los que pueden llegar al vulgo-no lo digan con todas las palabras. Parece que todos, incluida La Nación, tuviesen terror a quedar mal con Página 12, con Verbitsky, y en general con el "progresismo".
ReplyDeleteEl te que tiraron los revoltosos era de la compañia de Indias orientales, traído de China. No van a ser tan b... como para tirar su propio té; en ese momento destruir los bienes de una empresa monopólica inglesa pareció buena idea.
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