Mar 22, 2006

Privatizaciones

Hablando de la estatización de la empresa de agua potable y cloacas de la ciudad de Buenos Aires, Rubén Blogbis sostiene que no va defender a las privatizaciones de los 90. Yo sí lo voy a hacer. Creo que alguien tiene que decir estas cosas. No puede ser que nos hayamos olvidado del horror en que terminó el modelo de gestión estatal.

Soy conciente de que no está muy de moda hablar bien de la década pasada ni de lo que se hizo. Hace unos meses escribía algo muy parecido sobre las privatizaciones. Ahora lo repito. Sin duda, el tema da para MUY largo y excede mi preparación y el ámbito de este blog, pero acá va.

Juan Carlos De Pablo decía que es muy fácil predecir el futuro con el diario del día siguiente en la mano. En algún momento deberíamos hacer un balance serio y desapasionado, no ideológico, del proceso de privatizaciones de los 90. Seguramente hubo irregularidades y seguramente las cosas se podrían haber hecho mejor, sobre todo contando con la información que se conoce ahora, 10 años después. Por ejemplo, estoy seguro de que a la luz de la Argentina post golpe de fines de 2001 y post devaluación de principios de 2002, muchas de las empresas que participaron en las licitaciones y hundieron miles de millones de dólares en inversiones no hubieran participado ni en la compra de pliegos de los procesos licitatorios.

En la Argentina no se privatizó por virtud o por convicción, sino por necesidad. Fue el colapso casi total de la infraestructura del país lo que puso entre la espada y la pared a políticos, sindicalistas y "empresarios" proveedores del estado, e hizo que no les quedara otra opción. Como hecho simbólico, podemos quedarnos con los cortes de energía del último verano de Alfonsín, que muy probablemente le costaron la presidencia.

La Argentina de 1989 y de principios de los 90, al igual que la actual, era un país profundamente antimercado y antimodernidad. Veníamos de décadas de disparates económicos y, por la información que se manejaba en ese momento, el camino elegido era continuar con el festival del populismo estatista. Las ex empresas de servicios públicos estatales hacia años que operaban en virtual estado de quebranto, sin balances ni ningún tipo de control. Al igual que ahora, las tarifas eran políticas y en muchos casos no cubrían ni una fracción de los costos de operación y, de la misma manera que en la Argentina productivista, básicamente nos comíamos el capital.

Dado el enorme riesgo de invertir en un país rufián como Argentina, es lógico que las tasas de retorno por la inversión que se exigían fueran muy elevadas. Aun así, muy pocas empresas internacionales de primera línea estaban dispuestas a hundir capital a largo plazo en el país. Tal es así, que la compra de Aerolíneas Argentinas por parte de la línea de bandera española fue poco menos que un favor político, un gesto de buena voluntad, del gobierno español de esa época.

Soy conciente de que se repite hasta el hartazgo, pero las empresas de servicios públicos no se entregaron en concesión en condiciones monopólicas. En el caso de los teléfonos, como en todos los modelos de privatización en el mundo, hubo que elegir si se privilegiaba la telefonía base, es decir dar cobertura con el servicio básico a la mayor cantidad de público posible, la parte menos rentable del negocio, o se optaba por la crema del negocio: un servicio básico reducido y gran oferta de servicios sofisticados (y caros) a los que disponían de mayores ingresos. Este último es el modelo que se siguió en muchos otros países latinoamericanos. En la Argentina se optó por concesiones en monopolio por un periodo más extenso como contrapartida de la ampliación de la cobertura del servicio. La desregulación del sector, con el paso a un sistema de multicarrier no se llevó a cabo por los permanentes titubeos del gobierno de De la Rúa, y se dejó de lado permanentemente después del golpe de estado de Duhalde.

En muchos casos la privatización fue acompañada de reformas y desregulación del sector, como en el campo de la generación y distribución de energía eléctrica, que fue modelo en el mundo en su momento.

En fin, no soy un experto en el tema, pero creo que es muy injusto y típicamente argentino tratar de indefendibles las reformas encaradas en los 90. Fue un intento fallido, trunco, de modernizar el país. Se cometieron muchos errores y en muchos casos se hizo “a la argentina”, pero significó sin duda un cambio de paradigma para la historia económica del país de los últimos 50 años.

Como de costumbre, las concesionarias de los servicios públicos comenzaron a poner miles de millones de dólares en el país cuando ningún argentino se animaba a hacerlo. Recién años después empezaron a volver tímidamente algunos de los capitales, de los "patriotas" como Kirchner, que se fueron del país.

Es muy preocupante ver que el resentimiento y el odio puedan más que la racionalidad. Creo que corremos el riesgo cierto de no saber distinguir lo que funciona de lo que no.

10 comments:

  1. Absolutamente de acuerdo, Luis. Creo que una de las razones de la declinación del pensamiento racional en Argentina, es el "síndrome de Menem", que se traduce en no defender nada de lo que hizo, por temor a "quedar pegado", o pasar por defensor de la corrupción.
    ¿Cómo es posible que López Murphy sólo atine a replicar, cuando lo atacan e incluso cuando no lo atacan, que Kirchner fue un menemista de la década del 90? Más allá de que sea cierto, contribuye a la demonización de esa década, y hace el juego al gobierno. ¿Cuesta tanto decir que las privatizaciones fueron acertadas, que hubo, a partir de ellas, diferencias abismales en la calidad del servicio; que las empresas estatales eran pavorosamente ineficientes, y lo siguen siendo?
    Mientras el pensamiento racional esté a la defensiva, los energúmenos -en Argentina, muchos- injurian, descalifican, denuestan, y no tienen complejos.
    Me desespera, porque en Argentina los irracionales tienen la gran ventaja, en las lides políticas, de que carecen de sentido crítico, y, consecuentemente, son incapaces de reconocer virtudes en el discurso adversario, ni debilidades en el propio. Dicen pelotudeces, pero están convencidos.
    No es de extrañar que entre unos imbéciles seguros de sus convicciones, y una oposición acomplejada, el fiel de la balanza se incline a favor de los primeros

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  2. Gracias Luis por este artículo!!! Es tal cual lo planteás... y el comantario de Julio lo mismo...

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  3. Totalmente de acuerdo con tu análisis.

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  4. Luis, muy buen blog. Todos los días la visito y, la verdad, tenés el sentido común que a la gran mayoría de los argentinos les falta.
    Más allá de que quien lea tus posts pensará que todo lo posteado es de un argentino resentido, creo que los pocos argentinos que tienen cabeza y que leen tus posts pensarán lo mismo o casi lo mismo que vos, entre los cuales me incluyo.
    Ahora, sobre el tema de la reestatización del agua: no vaya a ser que al poco tiempo aparezcan quejas sobre la prestación del servicio por parte de AYSA ( irónicamente aparece en el nombre las siglas A.Y., como queriendo decir ¡ay!), porque si casi todo el mundo quería la vuelta de OSN...en fin, esos argentinos mediocres tienen lo que quieren.

    Un dato: En mis corta vida no recuerdo haber visto en los '90 la tasa de inflación en la primera plana de los diarios, ni que el agua que sale de la canilla fuera de color marrón.

    Peor aún: la autopista Panamericana antes de la privatización, se había convertido en un nicho de vendedores ambulantes.

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  5. Andrés, gracias por tu comentario. Vuelvo a repetir lo que siempre digo. No tiene nada que ver con ser un “argentino resentido”. Este blog tiene varios motivos, el principal es muy egoísta. Me sirve de terapia, para ventilar la enorme frustración que siento por ver como mi país se arroja al vacío. Eso si, con alegría y entusiasmo, con la “frente bien alta”. La imagen que me viene a la cabeza es la de esas ballenas que de tanto en tanto se encallan en alguna playa para morir.

    Si además le sirve a alguien para tener un punto de vista alternativo al pensamiento único de izquierda que campea en Argentina, bienvenido sea. Creo que algo de contrapeso hacemos para alguna gente a la increíble unanimidad de los medios del país.

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  6. además de servirte a vos, el Opinador sirve como lugar de encuentro para quienes pensamos como vos... es tan frustrante sentirse solo en el universo de la cordura!!!

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  7. Lamentablemente, muchos de los cuerdos están en el hemisferio norte. En el sud, tenemos que aguantar a los paranoicos, a los ignorantes y a los resentidos.

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  8. Es cierto, veo que en Argentina son pocos los que están dentro del universo de la cordura y saben cuál es el rumbo correcto para el país, mientras la mayoría mediocre del pueblo argentino, parafreseando a Carlos Mira y al ex presidente uruguayo Jorge Batlle, habla un idioma que no se usa más en el mundo.

    A veces tengo el pensamiento de que es preferible que los que pensamos dentro del universo de la cordura nos vayamos a un país donde justamente reine el sentido común....y la cordura. Y dejar que el resto de los compatriotas se hunda con su paisito por estúpidos, descerebrados y mediocres que son.

    Es cierto que yéndose del país no se arregla nada, pero aunque a la Argentina la quiera como país y el mismo me haya dado cosas...no sé, es solo una opinión y un desahogo al mismo tiempo. A lo mejor estaré equivocado con lo que dije y finalmente haya en la Argentina una mayoría silenciosa que quiera otro modelo de país como el que queremos (pero no este!!!).

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  9. Insisto: no puedo defender las privatizaciones de los noventa. Y el motivo es muy simple. No llegaron ni a los talones a la calidad de servicio de las empresas privadas originales -aquellas de la época "del oprobio y la verguenza", anteriores a la oleada nacionalizadora de los 40 y 50. Tal vez no me expliqué suficientemente, dije que incluso esos pobres experimentos privatizadores son harto mejores que la gestión pública, pero es indiscutible que el mismo sistema que las creó inventó el sistema de contralor hipertrofiado que las acompañó y que en definitiva les está terminando la existencia.
    Para ellas vale la definición lopezmurfiana de que se trató de ejercicios Neomercantilistas.

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  10. Rubén, comparto lo que dices. Las empresas de servicios antes de las nacionalizaciones de los 40 y 50 eran de primer nivel internacional. Pero estamos hablando de otro país, un país que dejó de existir hace décadas.

    Creo que las privatizaciones de los 90 significaron un avance extraordinario para la situación del país. Sencillamente no es posible comparar los resultados de los pocos años en que los concesionarios privados pudieron gestionar con libertad y de acuerdo con los contratos con el horror de la “gestión” estatal. Los números están ahí.

    Lo que más me preocupa de este debate es que lamentablemente mucha gente no tiene la capacidad de juzgar por resultados. Se dejan llevar por los sentimientos o la ideología. No tengo que explicar lo nefasto que puede resultar manejar la realidad implacable con esos parámetros.

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