No se pierdan esta columna de Guillermo Fajardo en Hispalibertas. Insisto con lo que vengo diciendo. A partir del golpe de fines de 2001, se inició un brutal proceso de retroceso institucional.
Entre los hechos más graves podemos mencionar la cesación del pago de la deuda pública, la devaluación y posterior apropiación de los dólares de los tenedores de pesos en el Banco Central, la pesificación, el corralón, la destrucción de todos los contratos de la economía, la manipulación de las últimas elecciones a presidente y la autocracia desvergonzada e indisimulada del actual presidente.
En la actualidad, lo único que nos queda es la democracia formal, un cascarón vacío que cada día significa menos. Todavía seguimos votando regularmente, aunque no sirva de mucho. Espero que por lo menos no perdamos esa formalidad:
Desde el último retorno a la senda democrática de la República Argentina en 1983 los argentinos hemos alcanzado importantes logros y sufrido hondas decepciones. El sistema de gobierno de Argentina es una República Constitucional, sin embargo nos regodeamos utilizando el término «Democracia» que yo mismo acabo de utilizar en la oración anterior. Sólo parecería interesarnos el voto. Tal vez por haber pasado tanto tiempo sin haber podido votar. Basta recordar los gobiernos de facto que derrocaron a los presidentes elegidos por el voto popular Hipólito Irigoyen, Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Arturo Illia y María Estela Martínez. Ha terminado el fantasma de los golpes militares.
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