Rosendo Fraga sostiene en Ámbito de hoy que la concertación chilena constituye un modelo interesante para articular la oposición en Argentina. Sinceramente tengo mis dudas.
Las diferencias entre gran parte de la oposición y el oficialismo en Argentina son meramente de forma. En el contenido de las propuestas, hay enormes coincidencias: más estatismo, más dirigismo, más populismo, más demagogia, más clientelismo.
Qué sirve del modelo chileno
Rosendo Fraga
Chile no sólo tiene la economía con mejor imagen de América del Sur, y es, además, el único país de la región que ha logrado en los últimos cinco años cumplir las metas del milenio determinadas por la ONU para reducir el nivel de pobreza, sino que, además, muestra uno de los funcionamientos político-institucionales más estables.
Por esta razón, el modelo de la Concertación chilena, que ha logrado mantener una sólida alianza de democristianos y socialistas más otras fuerzas políticas, es hoy analizado con interés en la Argentina, tanto por el oficialismo como por la oposición. El titular del bloque de diputados de la UCR -que pese al retroceso electoral sigue siendo la segunda fuerza parlamentaria-, Fernando Chironi, planteó públicamente dos meses atrás que la atomizada oposición argentina -nunca en la historia estuvo tan desarticulada- debía tomar el modelo de la Concertación chilena para organizarse y constituir la alternativa de poder que hoy no es frente al oficialismo.
Su proyecto consiste en articular una coalición opositora de centroizquierda, con su partido, el ARI y el socialismo.
No es una idea absurda ni mucho menos, pero las primeras reacciones no fueron positivas, dado que las últimas dos fuerzas dijeron que por el momento no era oportuno.
Pero aun en caso de tener éxito, el proyecto mencionado está dejando fuera de la coalición opositora a otros dos protagonistas importantes, como son el peronismo antikirchnerista -que aunque disolviéndose en la provincia de Buenos Aires y dividiéndose en la Cámara de Diputados mantiene un bloque de veinte legisladores- y el centroderecha, representado en el ámbito nacional por Macri, López Murphy y Sobisch, quienes todavía no han terminado de resolver sus discrepancias internas y difícilmente lo hagan.
La diferencia con Chile es que la Concertación, cuando era oposición, tenía una afinidad político-ideológica importante, no sólo generada por el rechazo a Pinochet, sino por una tendencia ideológica homogénea que va del centro hacia la izquierda y una cultura política común que da prioridad al respeto de las normas institucionales.
La realidad es que ninguno de estos factores parece darse hoy en el atomizado y contradictorio espectro de la oposición argentina, que no logra articular ni siquiera la mitad del 60% de los votos que obtuvo dividida en la última elección legislativa. Pero lo interesante también es que el oficialismo está mirando con interés el modelo de la Concertación chilena.
Si bien Kirchner tiene una clara vocación hacia la «transversalidad», dando por superado el sistema político tradicional, del cual el PJ ha sido eje central en los últimos 60 años, las necesidades tanto de gestión como electorales no le permiten abandonar el partido. La denominación de FV-PJ que ha adoptado el bloque oficialista en Diputados es una evidencia de esta ambigüedad, todavía no resuelta.
Hay quienes piensan cerca del Presidente que una buena opción intermedia podría ser reorganizar el PJ bajo conducción oficialista y hacer de este partido la base de una nueva coalición política con la sigla del FV que reúna a otras fuerzas políticas, ya sean nuevas o escisiones de las existentes.
Pero las dificultades del oficialismo para adoptar el modelo de la Concertación chilena son varias. La primera es que no se trataría de una asociación entre dos fuerzas relativamente equivalentes, como sucede en Chile con el Socialismo y la Democracia Cristiana, sino que en el caso argentino sería un partido central al que se sumarían varios menores, al estilo de lo que fueron los frentes organizados por Perón a comienzos de los años setenta (Frecilina y Frejuli).
A ello se agrega que la coalición oficialista argentina estaría muy centrada en un solo líder, que es el presidente Kirchner, mientras que en el caso chileno, la conducción está mucho más equilibrada en un conjunto de dirigentes que, además, tienen mucho menos personalismo.
La valorización de la experiencia de la Concertación chilena se da también en Brasil, donde el principal candidato de la oposición, que es el actual gobernador de San Pablo, Geraldo Alkim, ante las dificultades de articular una coalición opositora eficaz, ha planteado públicamente que los adversarios de Lula deberían tomar como modelo la experiencia del actual oficialismo chileno.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.