La Autoridad Palestina decreta la pena de muerte por el crimen de ir a comer falafel.
Mucha gente, sin duda con muy buenas intenciones, reclama una solución negociada al problema del terrorismo fundamentalista islámico. Sostienen que debemos dejar de lado la “solución militar” y ponernos a negociar. Se trataría de la única manera en que podremos terminar realmente con el problema.
Insisto con lo mismo de siempre, para que una negociación sea posible deben existir dos condiciones básicas: 1) debemos tener un interlocutor válido y 2) deben existir intereses en común. Lamentablemente, en el caso del terrorismo fundamentalista islámico no se cumplen ninguna de las dos.
Por un lado, debemos establecer con claridad quienes son sus representantes legítimos, ¿bin Laden, alguno de sus lugartenientes, el presidente de Irán, algún líder palestino, el ministro de propaganda de Saddam? Por otro lado, me pregunto si realmente existen intereses en común. Si el objetivo del terrorismo es, por ejemplo, lograr la creación de un estado palestino, las partes se podrían sentar a la mesa de negociación y eventualmente llegar a algún acuerdo.
Pero si el objetivo declarado de la contraparte de Israel es lograr la desaparición física del Estado de Israel, no hay que ser un experto internacional en negociación y arbitraje para entender que no hay negociación posible. A menos que los representantes del gobierno israelí se sienten a acordar si los van a matar pasándolos a degüello o de un balazo en la cabeza.
Una cuestión tan elemental, tan de perogrullo, no debería ser tan difícil de entender, aún para la progresía internacional.
El problema es que en Medio Oriente no se sabe bien que es lo que hay que negociar.
ReplyDeleteDe todos los que emiten opinión sobre el tema, ¿cuántos saben realmente cual es el quilombo de fondo? ¿Por qué hay tanto odio? ¿Es por el petróleo? ¿Es por la religión? ¿Es por qué esa zona tiene un microclima especial para reproducción de enfermos mentales?
Hace tiempo que intento buscar una respuesta... pero nunca la conseguí. Siempre las explicaciones son vagas, no definitivas y muy, pero muy, teñidas de ideología.