Más sobre la vuelta de las nacionalizaciones en la región y en la Argentina. Las empresas públicas vuelven a estar de moda. Muy interesante columna con algunas cifras, para los más jóvenes que no lo vivieron y los más grandecitos que ya se olvidaron.
Insisto 1:
Lamentablemente, creo que pierdo el tiempo con todo esto. No se trata de algo racional, está mucho más relacionado a una cuestión emocional e ideológica. Me puedo pasar varios días tirando cifras sin el menor efecto. Es imposible combatir lo irracional con hechos.
Insisto 2:
No se preocupen, esta vez sale bien.
En épocas de nuestros abuelos, fue una enfermedad de moda. Un parásito alojado en los intestinos que se apoderaba de cuanto nutriente ingiriera el ser humano. Por más que el enfermo comiera, no engordaba. Nada se le notaba exteriormente. Podía la persona subsistir con esa glotona compañía adentro. La tenia saginata o lombriz solitaria perdía, periódicamente, partes finales de su cuerpo, pero las reponía. Extraña, casi mágicamente, sabía reproducirse. Así lograba eternizarse en su cómodo alojamiento.
Hablando no ya del cuerpo humano, sino de la estructura de control de los gobiernos, hubo en nuestro país una Sindicatura General de Empresas Públicas –más conocida como Sigep– a la que se le ocurrió publicar un dato trascendente en abril de 1989.
"El resultado financiero consolidado de las empresas públicas durante el período 1965-1987 fue negativo en 52.397 millones de dólares." Eso significaba que las transferencias totales del Tesoro Nacional hacia las empresas del Estado para cubrir su capital de trabajo le insumieron al fisco esa suma astronómica. Los 52.397 millones de dólares fueron pérdida pura acumulada desde la presidencia del austero doctor Arturo Illia, el severo general Juan Carlos Onganía, Roberto Levingston –con su ministro Aldo Ferrer–, Alejandro Agustín Lanusse, Héctor J. Cámpora, Raúl Lastiri, los meses del anciano Juan Domingo Perón, María Estela Martínez (Isabel), Jorge Rafael Videla, Roberto Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri, Reinaldo Bignone y el democrático doctor Raúl Alfonsín.
(Las negritas son mías.)
Hola:
ReplyDeleteEs lamentable, pero generalmente cuando una empresa pertenece al estado y presta un servicio publico lo hace de modo ineficiente. Quizas el problema sean los incentivos (extra-económicos) que las empresas poseen.