Carlos Alberto Montaner sobre el sistema de pensiones de Chile, con cuentas individuales de capitalización. Como no podía ser de otra manera, en la Argentina estamos trabajando sistemáticamente para volver al de reparto. Como dice Mariano Grondona, preferimos el fracaso seguro del estado a la posibilidad de éxito que ofrece el mercado:
Bien: ya ha pasado un cuarto de siglo y el economista Cristián Larroulet, uno de los más respetados de Chile, acaba de hacer el balance: hoy el 68% de los trabajadores forman parte del sistema de pensiones. La inmensa mayoría optó por el modelo privado, y la pensión promedio que reciben esos jubilados es de $638 dólares mensuales, una cantidad muy notable para América Latina. Los que permanecieron en el sistema público, en cambio, apenas obtienen $270. Eso no quiere decir que la reforma de las pensiones haya sido perfecta (Larroulet sugiere 18 medidas para mejorarla), pero poner en duda la superioridad del sistema de capitalización frente al de reparto, tras la experiencia chilena de veinticinco años, requiere una tozudez ideológica rayana en la mala fe.
Lamentablemente, la verdad es que "Chile" es una mala palabra (más allá de bromas mexicanas) para demasiada gente en Latinoamérica y para muchos en el resto del mundo. En vez de deshacernos de todo el legado de la "tiranía fascista" que nos oprimió por 16 años, tuvimos la desfachatez de optar por conservar lo mucho de bueno que tuvo el gobierno militar; entre lo que se quedó están la Administradoras de Fondos de Pensiones, AFPs, que le sacan ronchas a la izquierda. No importa para muchos de mis compatriotas (y qué le va a importar a los extranjeros) que las AFPs han hecho un mejor trabajo que el sistema anterior, que manejan la friolera de 75 mil millones de dólares (esta suma NO se incluye nunca en el Producto Interno Bruto), que el dinero se usa para financiar el desarrollo del país, que los jubilados tienen mejor pensión que antes. Lo único que importa para los críticos es que las AFPs no le garantizan a "todos" los trabajadores una excelente pensión. Eso las hace blanco de "reforma." La izquierda más recalcitrante chilena lleva unida un buen tiempo con la izquierda internacional para presentar todos los logros como fracasos e impedir que Chile progrese. Recuerdo que hace un par de años la escritora Isabel Allende patrocinó actos y manifestaciones en contra de la madera chilena vendida en Estados Unidos, ayudando a causar pérdidas a la industria por cientos de millones de dólares.
ReplyDeleteDebido a su reciente historia de expulsión del comunismo y triunfo de la libre empresa, Chile es una mala palabra para muchos chilenos izquierdistas resentidos que aún no se conforman con haber perdido y con saber a ciencia cierta que el sistema que ganó es superior. A ellos se les unen extranjeros que jamás han visto con bondad el esfuerzo de ese país chico y mestizo por dejar de ser pobre.
Lamentablemente, creo que hay mucho de envidia enfermiza. Creo que hasta cierto punto es válida la comparación que hacen algunos analistas al decir que Chile es una especie de Israel de Latinoamérica.
ReplyDeleteChile es una enorme bofetada en la cara de toda una manera de encarar la realidad. Es la prueba viviente, y acá nomás, a dos pasos, de que otro mundo es posible y de que hacer las cosas bien es mejor que hacer las cosas mal.
La comparación de Chile con Israel comenzó, según tengo entendido, como un intento de insulto. Yo lo tomo como un halago. ¿Que los chilenos son como los israelíes de Sudamérica? ¡Gracias! ¡A mucha honra!
ReplyDeleteSergio, BTW, te dejaron una respuesta en el post de la nacionalización del petróleo.
ReplyDeleteYo ya tiro la toalla, es totalmente al fart.
Luis: gracias por avisarme con respecto a la respuesta en ese post anterior. Le di mi respuesta final a Cristián y doy vuelta la página: me rehúso a perder energía y tiempo con gente que se empeña en estar errada.
ReplyDeleteGracias a vos, Sergio, tus comentarios siempre son bienvenidos.
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