Aug 13, 2006

Aprender a ser libres

Muy buena la columna de Jorge Edwards en La Nación de hoy, no se la pierdan. Insisto, el principal problema es cultural:

No es fácil aprender a ser libre, sobre todo después de haber vivido años y décadas en dictadura. Existe el conocido y clásico miedo a la libertad, un sentimiento insidioso, pernicioso, y que penetra hasta en los últimos resquicios de la conciencia. Me siento enteramente solidario con las declaraciones de Oswaldo Payá desde La Habana: "A ser libre se aprende siendo libre". Pero si uno pone un poco de atención en el asunto, las conclusiones no son alentadoras. Se aprende a ser libre y se desaprende. Y entre nosotros, en el agitado, arrebatado caldo de cultivo hispanoamericano, la cultura de la libertad, por definirla de alguna manera, ha sido siempre difícil. Las grandes gestas románticas de la independencia desembocaron, al cabo de pocos años, en tiranías diversas. El culto inicial de los héroes les abrió el camino a los tiranos. A veces pensamos que Chile fue la excepción. Fue, la verdad, una excepción relativa, y el Brasil, después de su separación pacífica de Portugal, fue otra, también relativa.

Ahora me llama un político latinoamericano, ex presidente en una república no demasiado lejana. En Oporto, me dice, hace ya alrededor de diez años, estábamos reunidos en una Cumbre Iberoamericana, una de las tantas en una larga serie. Había llegado Fidel Castro y todas las cámaras, las ovaciones de pie, los gritos y los estandartes callejeros, eran para el Comandante en Jefe, el Supremo, el Líder Máximo. Los demás jefes de Estado participantes se sentían incómodos. Mi amigo, analista lúcido, político de cultura, cosa que nunca está de sobra, aunque muchos practicantes de la política no lo crean, les dijo a sus colegas: el Comandante es producto del romanticismo revolucionario latinoamericano, del mesianismo, de las grandes ilusiones populistas, y nosotros somos presidentes vestidos de color gris, preocupados de un uno por ciento más en tal sector, de un dos por ciento menos en tal otro. El único que podría competir con Fidel, en estos terrenos, sería el general Pinochet. Nosotros, en cambio, y felizmente, estamos abocados a otra tarea: a la administración, al progreso paulatino y posible.

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