No se pierdan a Jorge Ávila sobre el Nuevo Hombre Providencial argento, el Salvador de la Patria, el ex ministro Lasaña. Sigo insistiendo con lo que vengo diciendo por acá hace meses. Una de las medidas más claras de lo bajo que hemos caído como sociedad es comprobar que un personaje de cuarta, de la prehistoria económica, como Lasaña se convierte en la voz de la racionalidad y de la moderación.
Pobre país, honestamente:
Lavagna es hombre de corporaciones. Por un lado, su candidatura fue maniobrada por Alfonsín, con el visto bueno de Duhalde y el apoyo del diario Clarín. Por el otro, es un representante del establishment industrial. Impulsó y defiende el Mercosur, que es un entendimiento entre la UIA y la Federación Industrial del Estado de San Pablo con el objeto de crear un coto de caza ampliado para transferir recursos de los consumidores y los productores rurales a los dueños de las fábricas de ropa, calzado, heladeras y calefones, entre otras industrias locales.
Lavagna es lo mismo que Kirchner; ofrece dólar alto y proteccionismo industrial. Pero habla como un radical; tiene un vocabulario más amplio y mejor dicción. Ofrece respeto del principio de separación de poderes, previsibilidad en las relaciones exteriores (menos Chávez y más Unión Europea, y un trato no irritante a EEUU) y una política realista para las empresas privatizadas. Y si bien no se expresa en clara defensa de la propiedad privada, por lo menos da a entender que no tendría en su gabinete a D’Elia, el piquetero violador serial de la misma. En vista de la escasa claridad de ideas que caracteriza a los otros postulantes a la presidencia, mientras lo veía y escuchaba, de pronto Lavagna se me apareció como un Juan Bautista Alberdi redivivo. ¡Qué bajo habremos caído!
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