Creo que ya no quedan demasiadas dudas de que el modelo de la “argentina productivista” es una variante de la Venezuela de Chávez. Roberto Cachanosky se alegra de que mucha gente aparentemente se esté dando cuenta en el país pero se pregunta si no es demasiado tarde:
Con optimismo veo que, en ciertos medios de comunicación, algunos periodistas y dirigentes políticos comienzan a preocuparse por la institucionalidad del país. Muchos de ellos empiezan a darse cuenta de que obtener una mayoría circunstancial a la hora de votar no habilita a que el gobierno elegido pueda hacer lo que se le dé la gana cual monarca del medioevo. Tal vez los ataques a los que últimamente ha sido sometida parte de la prensa hayan contribuido a advertir el peligro de poner el voto por encima de la ley. Algo así como decir: “yo tengo los votos y eso me habilita a hacer lo que quiera sin ningún tipo de restricciones”.
Como lo he señalado en otras oportunidades, en realidad, la democracia no es otra cosa que un mecanismo pacífico para cambiar de administrador. En otras palabras, el reemplazo de un administrador por otro no debería implicar una modificación en las reglas de juego tan profunda como para que las libertades civiles, políticas y económicas se vieran comprometidas.
Pero de la democracia ilimitada (tengo los votos y hago lo que quiero sin someterme a la ley) hemos pasado en varios países latinoamericanos al uso de fuerza para imponer los criterios del mandamás de turno. Me refiero al uso de fuerzas de choque para intimidar a los opositores cuando se está en el poder o para crear caos y un golpe de Estado cuando se está en la oposición. Un ejemplo típico de esto es Evo Morales. Mientras no era parte del gobierno, se cansó de sacar la gente a la calle para crear caos social y político y, así, voltear presidentes. Ahora que está en el poder y otros le salen a la calle en protesta por su comportamiento autoritario, saca a sus fuerzas de choque para enfrentarlas con los opositores. Como se ve, ya ni siquiera tenemos una democracia ilimitada en la que el gobierno dispone a su antojo de la vida y la fortuna de las personas. Ahora la fuerza bruta ha reemplazado a la democracia ilimitada.
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