Se complica la situación política de México después de las elecciones a presidente. López Obrador se resiste a reconocer la victoria de Felipe Calderón y llama a la insubordinación. Como de costumbre en la región, la democracia sólo es democracia si ganan los que yo creo que tienen que ganar.
Carlos Alberto Montaner ve algunos paralelismos con la situación que termino en una guerra civil de más de dos décadas en el siglo pasado:
Afortunadamente, el año 2006 no es 1911. Vicente Fox, un demócrata consecuente, no es el dictador Porfirio Díaz, y no hay ninguna evidencia seria que indique que el presidente electo Felipe Calderón alcanzó la victoria mediante un fraude, pero Andrés Manuel López Obrador, el candidato derrotado, está comportándose como si él fuera Francisco I. Madero, el político que se negó a aceptar el triunfo trucado de Díaz, se declaró presidente, y, sin proponérselo, le abrió la puerta a una guerra civil que acabó costándole la vida a él mismo, a cientos de miles de mexicanos y a una buena parte de la clase dirigente.
Pero si bien el México de principios del siglo XX es sustancialmente diferente al de principios del XXI, hay algo que no ha cambiado demasiado: entonces y ahora existía y existe un divorcio notable entre la sociedad y el Estado. Los mexicanos de hace un siglo, como los de hoy, no creen en la honradez de sus políticos, la eficacia de sus parlamentarios, la rectitud de sus jueces, o la probidad de los uniformados. Durante décadas, especialmente los setenta años de gobiernos del PRI, las relaciones entre gobernantes y gobernados se montaron sobre un sistema clientelista y prebendario, dedicado a premiar al cortesano y castigar al indiferente o al adversario, que dejaba muy poco espacio a la meritocracia o al imperio de reglas justas, pudriendo totalmente las bases morales sobre las que se funda el sistema republicano de gobierno.
A partir del "pero si bien...", reemplazá Mexico por algun otro pais sudamericano y PRI por otras siglas (mas precisamente 2)y te va a sonar familiar Luis.
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