Oct 1, 2006


Carlos Mira, muy relacionado con tema que venimos tratando por acá, la fascinación argenta por los atajos. La enorme cantidad de gente sigue creyendo que es perfectamente posible disfrutar de todos los beneficios de la modernidad sin ser parte de ella:

Hace ya diez días, la senadora Cristina Fernández de Kirchner dijo –hablando frente a su auditorio de la Universidad de Columbia en Nueva York– que se podía “progresar con otras recetas” y sostuvo que asegurar un determinado nivel de vida a la gente no necesariamente significaba sujetarse a un conjunto determinado de ideas.

Días después, aún en la Gran Manzana, el Jefe de Gabinete Alberto Fernández dijo que el viaje presidencial había servido para que la Argentina dejara allí “su visión”.

Las dos afirmaciones responden a una histórica pretensión argentina: demostrarle al Universo que puede alcanzar los mismos éxitos que el mundo civilizado conoce del capitalismo democrático-liberal por otros caminos que ella misma se encargará de inventar. Ésta ha sido la obsesión nacional. Es como si un orgullo indómito que habita el alma nacional nos impidiera aplicar los métodos (“recetas”, en palabras de Cristina Fernández) que, desde hace muchos años, muchos países se encargaron de aplicar y disfrutar. ¡¡¡Es increíble. pero para regalarle un buen nivel de vida a la gente ni siquiera hay que ser original, sólo hay que ser razonable!!!

El afán de originalidad no es nuevo en nuestra historia. Después del 25 de mayo de 1810 (e incluso después de la Independencia formal), a pesar de contar ya en esos momentos con buenos ejemplos de “modelos” exitosos, nos pasamos cuarenta y tres años tratando de demostrar la cuadratura del círculo, proponiendo monarquías incaicas, repúblicas consulares, directorios supremos, en fin, una pléyade de disparates que no hicieron otra cosa que costarnos medio siglo de atraso, muertes y discordia.

Al cabo de ese tiempo un grupo de hombres nada originales sino simplemente razonables –la Generación del 37- tomó la Constitución de los Estados Unidos la adoptó y la adaptó a nuestras realidades y le dio al país la institucionalidad que lo convirtió de un desierto bárbaro en el quinto producto bruto mundial en setenta años.

2 comments:

  1. Carlos Mira se equivocó de país, y de época. Debio haber vivido el EEUU, y en la época de Lincoln (no ahora, por supuesto)

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  2. ¿Por qué lo dices?, perdón pero no te sigo.

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