Oct 26, 2006

Controles de precios y costos

No se pierdan a Martín Krause sobre la vuelta de los controles de precios en Ámbito de hoy. Es sinceramente muy difícil de entender que a esta altura del partido sea necesario seguir explicando estas cosas en la Argentina. Pero no se preocupen, esta vez seguro que sale bien:

Moreno y el viejo control de costos
Martín Krause

El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, ha expresado en diversas oportunidades que en la Argentina no hay control de precios, sino control de costos. Estamos en problemas, tanto sea si eso es cierto como si no lo es. ¿Qué es un costo y qué es un precio?

Vamos a suponer, para poder seguir analizando el tema, que se denomina «costo» a un material, producto o servicio que sirve de insumo para producir otro, es decir, que se incorpora en una etapa intermedia de la estructura de la producción que se extiende desde la conjunción de los recursos naturales y el trabajo hasta el consumo que satisface necesidades de la gente. «Precio», si siguiéramos esta interpretación, sería el del bien de consumo, la etapa final.

Ahora bien, si hay «control de costos», ¿cómo es que se negocia duramente con los supermercados o se amenaza a los fabricantes de ropa con abrir las importaciones? Conocida es la preocupación por el impacto que distintos ajustes puedan tener en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Por supuesto que después el control se extiende al resto de la cadena, pero ¿hasta dónde puede llegar?, ya que llega un momento en que los insumos escapan al control del gobierno por tratarse de importaciones... o porque se trata del gobierno mismo a través de sus impuestos y otras cargas, que bien se ha encargado en esto años de llevar a su nivel histórico más elevado.

• Teoría antigua

En el trasfondo de esta concepción subyace la teoría de que son los costos los que determinan los precios. Esta teoría es viejísima, y la sostenían los « clásicos», entre los que podemos incluir a Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y Karl Marx. Pero sufría de una falla insalvable que desveló a los economistas por décadas; si los precios son determinados por los costos, ¿qué determina a éstos? Ya que los costos, interpretados como más arriba, son a su vez precios. Si interpretamos el consumo final de bienes como el «costo de vida» o como el costo para reproducir la fuerza de trabajo, por ejemplo, entonces terminamos razonando circularmente: los bienes de consumo son «costos» que determinan el precio de la fuerza de trabajo, los salarios, que a su vez son uno de los determinantes de cualquier precio, y así sucesivamente.

Esta teoría fue abandonada luego de lo que llamamos la «revolución marginalista» que estableció el carácter subjetivo del valor y, por lo menos para algunos economistas, la idea de que el proceso es exactamente al revés: son los precios de los bienes finales los que determinan los precios de los insumos. Es decir, el tabaco tiene un «precio» porque hay gente que fuma, que consume cigarrillos; si por alguna razón dejaran de fumar por completo, el precio del tabaco caería al piso, a menos que se le encontrara otra aplicación.

• Presiones

En estos momentos, el consumo está que arde. La oferta responde en la medida en que tiene capacidad ociosa y vende más cantidad reduciendo costos fijos por unidad o que puede hacerlo comprometiendo inversiones menores. Como no se puede controlar a toda la cadena, y, se ha dicho, el Estado es parte de ella, en algún lado se acumulan las presiones y crecen las distorsiones. Por el momento, al gobierno sólo le preocupa el IPC; la «inflación» empieza a tener otros indicadores. Pero incluso para controlar a éste y que las empresas puedan seguir siendo rentables, va a tener que extender sus controles cada vez más, a nuevos productos, insumos y servicios (nunca los propios, por supuesto). Ya sabemos cómo termina eso. La idea de que los costos determinan los precios sobrevivió en forma parcial con Alfred Marshall, y su metáfora de la tijera: los precios se determinan por el filo de la demanda, que refleja las valoraciones subjetivas de los demandantes; y por el filo de la oferta, los costos de producción.

No escapa esto a la paradoja. En verdad, solamente hay precios en la economía, y todos ellos son el resultado de las interacciones entre las valoraciones subjetivas de las personas, que a veces están en la demanda y otras en el lado de la oferta. No son los costos los que determinan la oferta. Por el contrario, es porque se puede obtener un cierto precio final que se incurre en los costos para producir el producto. Si no hay «control de precios» entonces, por ejemplo, no se controla el precio del pan, pero sí el de la harina. Para controlar el precio de la harina hay que controlar el de sus insumos (salarios, trigo, energía, mantenimiento de equipos, etc.), y para que esos insumos estén disponibles hay que controlar a su vez los de éstos (en el caso del trigo la semilla, los fertilizantes, los salarios, las cosechadoras, el transporte). Si viviera Kafka, podría escribir una excelente novela con esta historia.

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