Oct 12, 2006

Los eternos adolescentes

Gracias a Marcelo Políticamente Correcto hoy veo esta columna de Abel Posse en La Nación de hoy. No lo suelo leer, pero en este caso me parece que tiene mucha razón en lo que dice.

Vuelvo a repetir lo que vengo diciendo por acá. Hay amplios sectores de nuestra sociedad que están muy enfermos de odio, rencor, resentimiento y revanchismo. Esta gente vive mucho más preocupada por el fracaso de los demás que por el éxito propio. Honestamente creo que es muy difícil construir algo positivo en base al deseo de venganza y de ver destruido al otro.

Tal vez lo más extraordinario de todo esto sea el convencimiento colectivo de que todas estas locuras no tienen costos, que no pasa nada. No lo sé, tal vez algún día aprenderemos:

Si hablamos sin hipocresía, debemos observar que contra los militares se hizo más justicia de la debida –y esto es injusticia–. Se los discriminó judicial y jurídicamente, alterando uno de los fundamentos básicos del derecho (argentino y mundial): la no retroactividad de la ley, especialmente la penal. Se anularon indultos con irritante parcialidad, al punto que asesinatos y estragos masivos causados por los insurrectos aparecen como actos no condenables, aunque hayan dejado un tendal de víctimas inocentes: empresarios, policías, militares y conscriptos. También se fabricó una visión casera de los delitos de lesa humanidad (¡excluyendo al terrorismo!). Ametrallar a conscriptos indefensos bañándose, como pasó en el ataque terrorista al regimiento de Formosa, es monstruoso y de lesa humanidad, sea que los asesinos hayan vestido uniforme o lo hayan hecho con boinas guevaristas como las que usaba Gorriarán Merlo. Se negó a los oficiales toda exculpación por el juramento de obediencia y verticalidad ante sus mandos, principio básico de todas las fuerzas armadas del mundo, sin el cual sería imposible actuar y comandar en guerra. (¡Ojalá no le toque al Presidente una policía o un ejército que algún día le diga: “Voy a ver si tiro, déjemelo pensar!).

De modo que después de los juicios a las juntas militares y de tantas condenas los que ejercieron la violencia por orden del Estado carecen de toda esperanza legal. Los violentos del otro sector, con sus miles de atentados, reciben un trato inaceptable en sociedades civilizadas. El Gobierno fabrica una ilegalidad prêt-à-porter para condenar lo que considera la ilegalidad militar, que le parece insuficientemente castigada (y este matiz no viene del Derecho, sino de la ideología.)

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