Julio, un comentarista de lujo del blog, sobre el "Mercosur Político", que como bien dice “es demasiado político, y poco ‘merco’”. No se lo pierdan:
En la Facultad de Derecho en que enseño Derecho Comercial, la visión generalizada de los ius-internacionalistas es que debemos fortalecer los lazos con los hermanos latinoamericanos –sobre todo Brasil y la República Bolivariana de Venezuela- a partir de decisiones políticas. Las consideraciones económicas son relegadas a un segundo orden, o se piensa que la economía es un subproducto de aquellas decisiones, que no adoptan las empresas sino los gobiernos. Primero deberíamos integrar nuestros ordenamientos jurídicos (¡bonita tarea!), nuestras instituciones, y hasta nuestra política, y luego negociar "en bloque" con otros “bloques” comerciales.
Hoy en día, si queremos “armonizar” nuestro sistema jurídico e institucional con el de la República Bolivariana de Venezuela (¿qué opinarán los miembros originarios del Mercosur?) deberíamos convertirnos al “socialismo del siglo XXI” que proclama Chávez. Pero aun suponiendo que pudiera armonizarse lo que no se hizo desde el año 1989, cuando el consenso respecto de la economía de mercado era mayor entre los países miembros, y no estaba en escena Venezuela, las objeciones a ese concepto son de varios órdenes:
* En primer lugar, el comercio, salvo en las naciones absolutamente socialistas, no lo realizan los estados, sino las empresas e individuos. Si el Mercosur se cierra al comercio internacional aún más de lo que hoy está cerrado, tampoco podrá aumentar sustancialmente sus ventas internacionales, por mucha que sea la "voluntad política" de sus gobernantes o de la burocracia política que ha engendrado el Mercosur.
Chile ha tenido un considerable éxito en su política comercial, sin negociar "en bloque" con ninguna otra nación de América Latina. Por el contrario, ha suscripto tratados con Estados Unidos, con la Comunidad Económica Europea, con China, y ha mantenido bajos aranceles, salvo para ciertos productos.
* En segundo lugar, una "negociación en bloque", basada en criterios políticos y dirigida de hecho por los líderes más mesiánicos e irracionales –incorporados recientemente al Mercorsur- sólo nos arrastrará hacia desastres comunes.
* Aunque la mayor parte de los gobernantes fuera racional, la idea de que el comercio internacional depende de negociaciones a nivel de cúpulas gubernamentales, y no de decisiones individuales de exportadores e importadores, conduce a permanentes negociaciones intrabloque, innecesarios disensos, igualmente fútiles consensos, y la necesidad de armonizar posiciones, cuyo resultado puede ser perjudicial para nuestro país.
* Una cuestión que sí tiene importancia para nuestros intereses, es la reducción y posterior eliminación de los subsidios agrícolas. Pero el Mercosur carecerá de autoridad para reclamar sobre ese punto, si a la vez los países miembros no abren sus respectivas economías.
Además, el prejuicio político de que la Comunidad Económica Europea es más “progresista”, y por ende más “buena” que el Imperio del Mal norteamericano, hace olvidar que, en materia de política agrícola y ganadera, nuestros intereses son más cercanos a los de Estados Unidos, Canadá, Australia o Nueva Zelanda, que a los de Europa, cuyo proteccionismo, justamente en esos productos, es notoriamente mayor.
* Finalmente, aunque el Mercosur llegara a constituirse en una unión aduanera –a la vista de la política kirchnerista y brasileña, todo parece indicar que vamos en la dirección contraria- si el bloque, como conjunto, es proteccionista, aunque se liberen las barreras intrabloque (lo que, reitero, parece poco probable), nada se habrá ganado desde el punto de vista de la apertura: en vez de tener acceso a la tecnología de punta que libremente elijan las empresas, quedaremos obligados a comprar bienes más caros y tecnológicamente menos avanzados. Los que siempre repudiaron la “división internacional del trabajo” que supuestamente nos relegaba al rol de productor de materias primas –discurso setentista si los hay- verán acentuada esa división, pero exclusivamente en relación con Brasil.
La “desviación de comercio” que provocan las uniones aduaneras proteccionistas ya fue señalada por Jacob Viner: la consecuencia puede ser, en el caso de Argentina, importar bienes industriales caros y tecnológicamente obsoletos de Brasil, recibir créditos y fuel oil “atados” de Venezuela, y exportar “commodities” que de todos modos podríamos exportar a Brasil o a cualquier parte del mundo.
En síntesis, un Mercosur “político” o politizado conduce a la peor de las alternativas posibles: importar bienes y capitales de países de segunda, y mantener el proteccionismo con el resto del mundo.
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