Roberto Cachanosky sobre el verano de 2002, una de las etapas más infames de nuestra historia reciente:
Cinco años atrás, la Argentina vivía, tal vez, la peor crisis económica de toda su historia. El país estaba al borde de la anarquía, en gran medida fogoneada por los populistas radicales y peronistas de la provincia de Buenos Aires. Habían conseguido crear el clima de caos social necesario para poder voltear a un gobierno incapaz de resolver los problemas, como fue el de Fernando de la Rúa. Al igual que en otras oportunidades de la historia argentina, cuando dirigentes políticos del radicalismo y del peronismo iban a tocar la puerta de los cuarteles para que sacaran los tanques a la calle, en esta oportunidad recurrieron a las hordas del Gran Buenos Aires para que salieran a saquear supermercados y comercios. Una vez más, esos dirigentes políticos operaban desde la sombra. En otras oportunidades utilizaron a los militares para alcanzar sus objetivos. En el 2002 organizaron una pueblada y consiguieron su objetivo.
Luego, con la idea de resolverle el problema a algunos sectores empresariales, el gobierno de Eduardo Duhalde cometió una de las injusticias económicas más grande de la historia económica argentina: confiscó los depósitos y los pesificó. De esta manera, destruyó el ahorro de miles de familias que, de la noche a la mañana, vieron desaparecer el esfuerzo de años. Junto con el default de Adolfo Rodríguez Saá –que también destruyó el ahorro de miles de personas que, por ejemplo, habían hechos sus aportes a las AFJP– nuestro país se quedó sin uno de los elementos fundamentales para crecer, que no es otra cosa que el ahorro para financiar las inversiones y el consumo.
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