Apr 29, 2007


Al igual que en EEUU con Irak, la prensa canadiense mantiene un contador diario de los muertos y heridos entre los soldados canadienses en Afganistán. Como oficialmente las fuerzas armadas locales son una especie de ONG de servicios sociales y comunitarios, el consenso es que una baja en combate es absolutamente inaceptable, una especie de anomalía absoluta.


No me malinterpreten, la muerte y el sufrimiento siempre son un horror. Pero es de una candidez rayana en el delirio suponer que es posible ganar una guerra sin pérdida de vidas.

Hace unos meses lo hablábamos con unos amigos de por acá. Esta gente se preguntaba si la participación canadiense en Afganistán valía la pena. Yo les decía que estoy convencido de que existen valores que valen la pena ser defendidos, cuestiones que pueden resultar pasadas de moda para mucha gente, pero para mí son fundamentales, como la libertad, el derecho a elegir y vivir nuestras vidas sin que nadie nos diga como hacerlo.

Hoy leo que, yendo un poco más allá, desde que el régimen talibán fue desalojado del poder se registraron avances extraordinarios en la salud de la población. Por ejemplo, cayó dramáticamente el índice de mortalidad infantil. Esto quiere decir que en Afganistán dejan de morir 40 mil bebes por año.

Por supuesto, estas noticias no salen ni en la página 40 de los diarios. El problema es que no refuerzan los preconceptos. No encajan en el dogma de la corrección política que sostiene que nada bueno puede salir de una guerra (visto en Ace of Spades).

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