Mario Vargas Llosa se escandaliza por el amarillismo de muchos medios supuestamente “serios”. Yo creo que la culpa no es de los medios sino de los consumidores. Creo que mucha gente en las sociedades libres y prósperas que el autor describe en su columna se ha abatatado, se ha dormido en los laureles y ha comenzado a tomar peligrosamente por sentado logros que nos llevó generaciones alcanzar:
En algún momento, en la segunda mitad del siglo XX, el periodismo de las sociedades abiertas de Occidente empezó a relegar discretamente a un segundo plano las que habían sido sus funciones principales –informar, opinar y criticar– para privilegiar otra que hasta entonces había sido secundaria: divertir. Nadie lo planeó y ningún órgano de prensa imaginó que esta sutil alteración de las prioridades del periodismo entrañaría cambios tan profundos en todo el ámbito cultural y ético. Lo que ocurría en el mundo de la información era reflejo de un proceso que abarcaba casi todos los aspectos de la vida social. La civilización del espectáculo había nacido y estaba allí para quedarse y revolucionar hasta la médula instituciones y costumbres de las sociedades libres.
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La existencia de este fenómeno es un efecto lateral de dos conquistas básicas de la civilización: la libertad y el mercado. Ambas han contribuido extraordinariamente al progreso material y cultural de la humanidad, a la creación del individuo soberano y al reconocimiento de sus derechos, a la coexistencia, a hacer retroceder la pobreza, la ignorancia y la explotación. Al mismo tiempo, la libertad ha permitido que esa reorientación del periodismo hacia la meta primordial de divertir a lectores, oyentes y televidentes fuera desarrollándose en proporciones cancerosas, atizada por la competencia que los mercados exigen. Si hay un público ávido de ese alimento, los medios se lo dan, y si ese público, educado (o maleducado, más bien) por ese producto periodístico, lo exige cada vez en mayores dosis, divertir será el motor y el combustible de los medios cada día más, al extremo de que en todas las secciones y formas del periodismo aquella predisposición va dejando su impronta, su marca distorsionadora. Hay, desde luego, quienes dicen que más bien ocurre lo opuesto: que la chismografía, el esnobismo, la frivolidad y el escándalo han prendido en el gran público por culpa de los medios, lo que sin duda también es cierto, pues una cosa y la otra no se excluyen, se complementan.
De Elena por mail:
ReplyDelete"La existencia de este fenómeno es un efecto lateral de dos conquistas básicas de la civilización: la libertad y el mercado."
No puedo dejar de estar de acuerdo. Que querés que te diga. Cuando una foto de Brad Pitt a pecho descubierto se paga por $USD 50.000, y si está con su fabulosa Jolie, por $USD 300.000, será por que el beneficio obtenido publicándola supera esa ingente cantidad, ¿no?
Verdaderamente la prensa hoy no deja de ser otra empresa en el mercado, compitiendo por captar clientes. Eso puede desvirtuar eso que menciona Vargas Llosa de la función de "informar, opinar y criticar" si lo piensas desde el punto de vista "culto" (o sea, educado, no maleducado, como cita en el artículo), pero quien dice que no está cubriendo ese papel para una gran parte de la audiencia.
Sinceramente, a mi me desespera un poco, pero cuando el mercado manda... manda. Y nosotros somos gentes de mercado, ¿no? Qué se le va a hacer.