Jul 6, 2007

Menem: Los "malditos" años 90

Conviene, empero, desagregar la suma general de quienes hoy vituperan la década del 90. Conviene dividirlos en distintas categorías de críticos.

Son los siguientes:

Quienes tanto hoy como entonces se han mostrado renuentes u opositores francos de las reformas.

Aquellos que en los años 90 respaldaban aplaudían, defendían, argumentaban a favor de las reformas y obtenían beneficios de ellas y que hoy se vuelven adalides de la denigración.

Los que, para cuestionar los 90, necesitan falsear los datos objetivos sobre la época, lo que los lleva a cuestionar en realidad unos años 90 inventados, ficticios, no los verdaderos años 90.

Aquellos que, aunque aprueban en general las reformas realizadas en aquellos años, tuvieron y todavía tienen críticas a algunos puntos específicos y que hoy, intimidados por la atmósfera de hostilidad contra toda la época, prefieren subrayar estas divergencias antes que recordar aquellas coincidencias.

En la primera categoría están, emblemáticamente, casi todas las fuerzas de la izquierda vernácula, esa que se esforzó en definir nuestro gobierno como una expresión del "neoliberalismo". Defensores de los paraísos comunistas y hasta de caricaturas como el régimen que encabeza Hugo Chávez en Venezuela, es razonable que se pongan en la vereda de enfrente de las reformas impulsadas en los años 90.

No hace falta abundar demasiado en detalles para describir a los adalides del segundo grupo: ¿quién no recuerda a los que defendieron en el Congreso de la Nación y ante los gobernadores la privatización de YPF, por ejemplo? Son quienes se embolsaron las regalías y transformaron en dólares las acciones de la empresa privatizada, los que fueron elegidos y reelegidos en sus provincias a la sombra de un apellido que hoy condenan, los que votaron por la reelección presidencial en la reforma constitucional, los que volcaron ríos de bellos calificativos y de altísimas ponderaciones para halagar al presidente de aquellos años.

Entre el primero y el segundo grupo hay, evidentemente, una diferencia de principios. A aquéllos, aunque uno esté en sus antípodas, debe reconocérseles la virtud de la consecuencia. En cambio, los segundos son oportunistas que, sin solución de continuidad, sin explicaciones, sin aviso, saltan la raya y dicen odiar lo que hasta el día anterior adoraban.

1 comment:

  1. ¡Volvé, Carlos! Si no fuera posible, que venga otro Carlos.

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